Ashleigh se había quedado dormida poco después de llegar al hotel y durmió hasta la mañana. Mientras Caleb argumentaba que lo había necesitado después de su experiencia en el aeropuerto, Ashleigh estaba decepcionada de no haber podido experimentar más de la ciudad antes de que tuvieran que regresar a otro vuelo.
—Solo desearía que al menos hubiéramos podido salir a cenar o algo —se quejó Ashleigh.
—Ash —Caleb se rió—. Estamos a punto de pasar poco más de una semana cenando fuera y divirtiéndonos, te prometo que no te perdiste de nada.
—Sí... Supongo. Solo que–
—¿Disculpe, señorita?
Ashleigh se volteó para ver a uno de los guardias de seguridad del aeropuerto mirándola.
—¿Sí?
—Voy a necesitar que pase por aquí.
Ashleigh suspiró.
—Por supuesto —dijo.
Esta era la segunda vez que la registraban desde que habían llegado al aeropuerto. Caleb sabía la razón. Miró al perro que estaba acostado a los pies del guardia de seguridad, masticando su pelota de tenis.
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