Después del memorial, Caleb regresó a su habitación con un trago en mano.
Se paró en su patio, dejando que la cálida brisa pasara sobre su piel. El aire estaba lleno de humo de las piras funerarias. Arderían toda la noche, y las familias de cada uno de los lobos que murieron permanecerían al lado del fuego hasta que la última brasa se apagara.
Se inclinó hacia adelante en la barandilla. Cerrando los ojos, soltó un suspiro profundo y pesado.
Caleb pensó en Ashleigh. La extrañaba, solo estar cerca de ella le daba energía. Incluso sin el estrés y la pérdida de las últimas dos semanas, estar lejos de ella lo agotaba.
Verla de nuevo, lo necesitaba. Incluso si en verdad era la última vez, lo necesitaba.
Hubo un golpe en su puerta.
—Pasa —llamó al cuarto. Se empujó lejos de la barandilla y volvió al interior justo cuando Fiona cerraba la puerta detrás de ella.
—Madre —dijo, un saludo suave mientras dejaba el vaso intacto de whisky.
—Hijo —ella sonrió de vuelta.
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