—Lance, ¿qué crees que soy? ¿Tu muñeca sexual, o un juguete que puedes agarrar cuando estás desahogando tu lujuria? —Yvette estaba extremadamente alterada.
La expresión de Lance cambió y sus ojos se estrecharon.
—¿Piensas eso? —preguntó.
—¿Cómo puedo interpretar tus acciones? Si estuvieras con Yazmin, ¿tendrías el corazón para tratarla así?
—No lo haría —respondió Lance sin pensar.
Desde el principio, Lance nunca había pensado en tener nada que ver con Yazmin.
Las pestañas de Yvette temblaron y la amargura subió a su garganta, haciéndola sentir incómoda.
¿Cómo lo olvidó?
En la opinión de Lance, ella no merecía ser comparada con Yazmin e incluso ser mencionada.
Él no tocó a Yazmin no porque no la amara. Tal vez, como dijo Yazmin, él la valoraba demasiado.
Cuando un hombre valoraba tanto a una mujer, no podía soportar hacerla sufrir cuando no podía darle lo mejor.
No podía soportar que llamaran a Yazmin amante.
Yvette sonrió tristemente y de repente lo entendió todo.
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