—Harrison.
—Te entrego a esta persona por ahora —dijo Pedro.
—Gracias. No te preocupes, lo manejaré con discreción —aseguré.
Pedro levantó su brazo, dando una palmada en mi hombro. Se rió entre dientes y me guiñó un ojo.
—Pero a veces, desearía que te relajaras un poco.
Asentí levemente, mirando a los ojos de Pedro. —Descansa tranquilo, no lo mataré, pero lo haré sufrir más que a la muerte.
—Trato hecho —aceptó Pedro con una sonrisa—. Luego silbó casualmente y salió de la villa, como si acabara de resolver una situación complicada.
—Sácalo de ahí —ordené.
—Sí, Alfa —respondió Rick.
A mi mando, Rick levantó el gran saco del suelo y lo sacudió un par de veces. Donald Rufus salió rodando del saco, todavía gritando.
—¿Qué demonios quieren hacer...?
Antes de que pudiera terminar su frase, Donald me notó frente a él. —¿¡Ha-Harrison Morris?!
—Parece que todavía me recuerdas. Bien —comenté, ignorando la expresión de Donald.
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