Nacida para ser una zorra

—Así es, sepárale más las piernas. Puedes seguir —Briena, aunque estés con dolor, tienes que mirarlo con amor. Lágrimas... perfecto. Yan, unas embestidas más fuertes, déjala que sienta dolor. Briena, ese es un llanto perfecto. Continúa. Enróllale las piernas alrededor. Bésense. Yan, muérdele el hombro un poco más fuerte... voltéala, eso es. Tómala por detrás. Briena, agárrate del cabecero. Ahora, tienes que gemir perfectamente. Corte... No así...

—Ok, vamos a empezar de nuevo —Yan, tienes que moverte más rápido cuanto puedas. Bien, sigue... Briena, gime más fuerte... Yan, gira y ponte sobre ella... Briena, móntalo... sujétale los pechos... Perfecto... Ahora, Yan, sujétala bien de la cintura y muévete más rápido... Corte. Cambio de posición...

—Yan, puedes acabar dentro de ella...

Esto continuó durante las próximas horas en las que Briena estaba exhausta y había perdido la razón. Ana fue a ella preocupada y la cubrió con la sábana.