Briena e Ivan entraron silenciosamente a la habitación del hospital de Alberto, donde parecía estar durmiendo. En realidad, Alberto solo estaba fingiendo, esperando que su familia lo dejara en paz.
—¿Cómo está el abuelo? —preguntó Briena suavemente.
—Tiene que quedarse en el hospital por otro mes —respondió Sephina frunciendo el ceño.
Briena mostró una expresión preocupada. —¿Por qué? ¿No estaba lo suficientemente bien como para visitar la casa de Natalie?
—Eso es probablemente por qué su condición empeoró —murmuró Sephina, claramente disgustada.
—Oh, por cierto, vi a Natalie saliendo con su esposo. ¿Él vino aquí? —preguntó Briena, curiosa.
La cara de Sephina se sonrojó de ira al mencionarlo. —No lo menciones. Ese desgraciado se casó con un bastardo grosero y mal educado como ella, que ni siquiera sabe cómo hablar con sus suegros.
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