—¡Ah, mierda! —resonaron simultáneamente gemidos de placer desde la esquina donde dos hombres fornidos estaban entrelazados, con los pantalones bajados hasta los tobillos.
Gorrión estaba profundamente perturbado por las escenas que acababa de presenciar, sintiendo como si sus propios ojos hubieran sido hurgados y agitados. Nunca en un millón de años había imaginado que se encontraría con tal vista: hombres involucrados en un comportamiento tan ilícito, especialmente en un entorno lleno de peligros.
Los dos parecían ser hombres heterosexuales típicos, exudando un aura de masculinidad y fuerza. Si los hubiera encontrado en el camino, Gorrión simplemente los habría considerado como soldados formidables. Sin embargo, su percepción ahora había sido sacudida hasta el núcleo.
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