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Capítulo 6: Bienvenidos a la Fortaleza

La puerta del refugio se abrió con un ligero crujido, dejando entrar a Jonás y a sus nuevos aliados. Las dos mujeres y el niño caminaban detrás de él, asombrados por la estructura imponente que servía como su hogar. Los Astartes marchaban en silencio, flanqueando a Jonás como una guardia imponente. Los Guardias Imperiales se encontraban de pie en la entrada, listos para seguir sus órdenes.

—Todo está en orden, maestro, —informó uno de los Guardias, saludando respetuosamente.

—Perfecto, —respondió Jonás con una leve sonrisa—. Llevad a estas personas a una zona segura, y aseguráos de que reciban comida y descanso.

Las mujeres seguían con pasos inseguros, sus miradas saltando entre los enormes Astartes y las paredes metálicas del refugio. El niño, aún aferrado a la mano de su madre, no apartaba los ojos del Astartes baluarte, cuya armadura reflejaba la poca luz del lugar.

—Estaréis a salvo aquí, —les aseguró Jonás, mientras señalaba a uno de los Guardias Imperiales—. Estos hombres se encargarán de que tengáis todo lo que necesitáis.

Mientras las mujeres eran escoltadas, Jonás sintió un leve zumbido en su cabeza. El sistema lo estaba recompensando.

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Supervivientes rescatados: 3

Puntos obtenidos: 15 puntos (5 por cada superviviente).

Puntos totales: 65.

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La notificación del sistema desapareció tan rápido como llegó. Jonás sonrió para sí mismo. Cada paso que daba, cada persona que rescataba, no solo lo acercaba a fortalecer su refugio, sino también a ganar más puntos para seguir invocando tropas y construyendo su imperio.

El refugio estaba comenzando a sentirse más como una fortaleza, y Jonás sabía que este era solo el principio. Tendría que expandirlo, asegurarse de que no solo fuera un refugio seguro, sino también una base avanzada desde donde pudiera lanzar misiones y exploraciones más grandes.

Los Guardias Imperiales que permanecían dentro se acercaron a Jonás, inclinando la cabeza en señal de respeto.

—¿Qué órdenes, maestro? —preguntó uno de ellos.

—Quiero que aseguréis las áreas exteriores, —respondió Jonás sin titubear—. Hay más supervivientes ahí fuera, y no podemos permitirnos estar desprevenidos si deciden unirse o si los mutantes nos atacan. Haced rondas de vigilancia cada dos horas.

—Como ordenéis, maestro, —respondió el Guardia, antes de salir rápidamente con su unidad.

Con los Guardias asegurando la base y las mujeres descansando, Jonás se dirigió a su oficina improvisada. El Apotecario y el Adeptus Mechanicus ya se encontraban allí, trabajando en sus tareas respectivas.

—Maestro, —dijo el Adeptus Mechanicus, levantando la vista de sus herramientas—, he evaluado la situación con los recursos actuales. Con las piezas que necesitamos, podremos crear la maquinaria de biomasa en un plazo razonable. Solo necesitamos los puntos para adquirir las piezas.

Jonás asintió, cruzando los brazos mientras miraba la interfaz del sistema.

—Todavía no tenemos suficientes puntos, pero estamos cerca. La biomasa será clave para nuestra supervivencia a largo plazo, y eso será una prioridad. Por ahora, debemos enfocarnos en ganar más puntos y asegurar recursos.

El Apotecario, que había estado revisando los suministros médicos, habló entonces:

—Maestro, he notado que algunos de los Guardias Imperiales presentan signos de agotamiento. Recomiendo que asignemos más personal a las tareas de vigilancia, o podríamos enfrentar problemas con su rendimiento.

Jonás reflexionó por un momento. Aunque sus tropas eran disciplinadas, eran humanas, a diferencia de los Astartes, que podían operar indefinidamente con poco descanso. Necesitaría invocar más tropas pronto.

—Lo tendré en cuenta, —respondió Jonás. Sabía que la clave para mantener el refugio seguro era un equilibrio constante entre el uso de sus puntos y la protección de sus hombres.

Pasaron varias horas en el refugio, donde Jonás supervisó las operaciones y se aseguró de que todo estuviera funcionando según lo planeado. Las mujeres y el niño se encontraban en una de las áreas designadas para los supervivientes, recibiendo alimentos y recuperando fuerzas.

Cuando cayó la noche, Jonás se reunió con sus Astartes en la sala principal.

—Mañana saldremos de nuevo, —dijo Jonás, mirando a su equipo—. Necesitamos más puntos, más tecnología y más personas para fortalecer nuestra base. Los mutantes están por todas partes, y debemos estar preparados.

Los Astartes asintieron, sabiendo que la próxima misión sería tan importante como la anterior.

Jonás se retiró a sus aposentos, donde abrió nuevamente la interfaz del sistema. Sabía que pronto podría invocar más tropas, pero tenía que ser cauteloso. Cada decisión contaba.

Con un movimiento de su mano, revisó las opciones de invocación. Aún no podía permitirse traer más Astartes, pero estaba cerca de alcanzar los puntos necesarios.

—Paciencia, —murmuró Jonás, cerrando la interfaz. Sabía que, tarde o temprano, tendría el ejército que necesitaba.

La noche pasó sin incidentes, y a la mañana siguiente, Jonás estaba listo.

—Hoy exploraremos al este, —dijo mientras se preparaba para salir—. He visto en el mapa una posible estructura en esa dirección. Si tiene la tecnología que necesitamos, estaremos un paso más cerca de nuestros objetivos.

El equipo se alineó frente a él. Los tres Astartes, el Apotecario y Jonás se prepararon para la expedición. Los Guardias Imperiales permanecerían nuevamente en la base, asegurándose de que todo estuviera bajo control.

Con un último vistazo al refugio, Jonás salió con su equipo, marchando hacia lo desconocido una vez más. El viento frío cortaba el aire, y las ruinas del mundo destruido se extendían ante ellos.

—Baluarte, —dijo Jonás mientras caminaban—, si encuentras algo inusual, avísame de inmediato.

—Como deseéis, maestro, —respondió el Astartes baluarte, manteniendo su postura protectora junto a él.

Caminando por el paisaje desolado, Jonás reflexionaba sobre lo que había logrado hasta ahora. Había reunido un pequeño ejército, rescatado a algunos supervivientes y empezado a construir una base que podría sostenerlos a largo plazo. Pero aún quedaba mucho por hacer.

Mientras avanzaban, uno de los Astartes tácticos levantó la mano.

—Maestro, detectamos movimiento en la distancia.

Jonás entrecerró los ojos, tratando de ver lo que el Astartes había detectado. Un grupo de mutantes deformes se movía entre las ruinas, aunque parecían menos organizados que los que habían enfrentado antes.

—Nos están buscando, —murmuró Jonás, notando que los mutantes parecían moverse con un propósito—. Acabemos con ellos.

Los Astartes no necesitaron más órdenes. Los tácticos se adelantaron, abriendo fuego con sus bólteres, mientras el Astartes baluarte permanecía a su lado, protegiendo a Jonás. Los mutantes cayeron uno por uno, incapaces de enfrentar el poder de los Astartes.

La batalla fue rápida, y cuando terminó, Jonás revisó la interfaz del sistema.

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Mutantes abatidos: 12

Puntos obtenidos: 24 puntos.

Puntos totales: 89.

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Jonás sonrió. Estaba más cerca de alcanzar el objetivo.

—Bien hecho, chicos, —dijo mientras el equipo aseguraba el área—. Sigamos adelante.

El equipo continuó su marcha, explorando las ruinas y buscando cualquier signo de tecnología que pudieran usar. Después de caminar un rato, llegaron a lo que parecía ser una vieja instalación, en gran parte destruida pero con algunos sistemas tecnológicos aún intactos.

—Esto es lo que estábamos buscando, —dijo Jonás, inspeccionando el lugar—. Veamos si podemos encontrar algo útil aquí.

El Adeptus Mechanicus, que había quedado en la base, les había dado una lista de componentes que podían ser útiles para sus operaciones, y Jonás sabía que esta instalación podría contener lo que necesitaban.

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Mientras exploraban la instalación, los Astartes se dividieron en dos grupos, los tácticos tomando la delantera para despejar las áreas más alejadas, mientras el Astartes baluarte permanecía cerca de Jonás, asegurándose de que no hubiera ninguna amenaza inmediata.

La estructura estaba en gran parte destruida, pero aún había algunos sistemas tecnológicos que parecían estar en funcionamiento. Cables sueltos y paneles rotos colgaban de las paredes, y el suelo estaba cubierto de escombros. Sin embargo, había signos de actividad reciente.

—Parece que alguien ha estado aquí, —dijo Jonás mientras se agachaba para inspeccionar lo que parecía una consola de control medio destruida—. Pero ¿quién?

Uno de los Astartes tácticos regresó con una pequeña caja en las manos.

—Maestro, —dijo el Astartes—, hemos encontrado un almacén con lo que parecen ser componentes tecnológicos.

Jonás se acercó, observando el contenido de la caja. Dentro había piezas que parecían encajar perfectamente con lo que el Adeptus Mechanicus había descrito: circuitos, pequeños dispositivos de energía y otros componentes.

—Esto es lo que necesitamos, —dijo Jonás, su voz cargada de satisfacción—. Si conseguimos lo suficiente, podremos avanzar en la construcción de la maquinaria de biomasa.

El Astartes baluarte escaneó el área, buscando cualquier posible peligro.

—La zona parece despejada, maestro, —dijo el Astartes con su voz grave—. Podemos proceder.

Jonás asintió, y junto a su equipo, comenzaron a cargar todo lo que podían encontrar en el almacén. Cada pieza que recogían era un paso más hacia la supervivencia a largo plazo.

Mientras trabajaban, uno de los Astartes tácticos, que había estado explorando otra parte de la instalación, regresó con una expresión tensa.

—Maestro, hemos encontrado algo más, —dijo, mirando a Jonás—. Una entrada a lo que parece ser una cámara subterránea. No podemos determinar si está activa o si hay alguien dentro, pero parece haber tecnología avanzada en su interior.

Jonás levantó una ceja, intrigado por la nueva información. Tecnología avanzada podría significar una ventaja enorme para su equipo y el refugio, pero también significaba posibles riesgos.

—Llevadme allí, —dijo Jonás, decidido a investigar.

El equipo se dirigió a la entrada de la cámara, que estaba oculta tras lo que parecía ser una pared colapsada. Era una puerta pesada, metálica, con inscripciones y señales de haber sido sellada hace mucho tiempo.

—Esto parece importante, —murmuró Jonás, inspeccionando la puerta.

El Astartes baluarte se adelantó, golpeando la puerta con fuerza para probar su resistencia.

—No parece haber señales de actividad, —dijo el Astartes.

—Abrámosla, —dijo Jonás, sabiendo que, aunque podía haber peligros, las recompensas podrían ser aún mayores.

Con un fuerte crujido, la puerta comenzó a abrirse lentamente, dejando escapar una ráfaga de aire frío y estancado. La cámara era oscura, y las luces parpadeaban mientras el equipo ingresaba.

Al entrar, Jonás y sus Astartes pudieron ver lo que había estado oculto allí durante años. Máquinas enormes, aparentemente intactas, cubrían el espacio. Pantallas rotas y computadoras polvorientas llenaban las paredes. Parecía un centro de investigación o una instalación militar.

—Esto es lo que estábamos buscando, —dijo Jonás, avanzando con cautela—. Puede que aquí encontremos lo que necesitamos.

El equipo se dispersó, comenzando a inspeccionar cada rincón de la sala. Los Astartes mantenían la guardia alta, mientras el Apotecario escaneaba el área en busca de cualquier señal de peligro biológico.

Jonás se acercó a una de las terminales, encendiendo lo que parecía ser una computadora principal. La pantalla parpadeó, mostrando datos fragmentados y líneas de código incompleto.

—Parece que esto aún tiene algo de energía, —dijo Jonás mientras intentaba acceder a los sistemas.

Después de varios intentos, logró abrir un archivo que contenía información sobre proyectos antiguos. Los detalles eran incompletos, pero lo que estaba claro era que este lugar había sido una instalación avanzada antes del colapso del mundo exterior.

—Esto es increíble, —dijo Jonás mientras leía la información—. Con esta tecnología, podríamos avanzar mucho más rápido.

El Adeptus Mechanicus, aunque no estaba presente físicamente, había dejado instrucciones sobre lo que debían buscar, y Jonás sabía que algunos de estos componentes podrían ser exactamente lo que necesitaban para optimizar sus sistemas en el refugio.

Después de recolectar todo lo que pudieron, Jonás dio la orden de regresar al refugio. Sabía que con las piezas y la información que habían encontrado, estarían más cerca de asegurar una fuente estable de biomasa y de avanzar tecnológicamente.

Mientras el equipo volvía al refugio, Jonás abrió nuevamente la interfaz del sistema, revisando los puntos obtenidos por los mutantes abatidos y el progreso de la misión.

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Puntos obtenidos por mutantes: 24 puntos.

Puntos totales: 89 puntos.

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Aún no era suficiente para las invocaciones importantes, pero Jonás sabía que con cada misión estaban más cerca de asegurar su posición en este nuevo mundo.

Una vez de vuelta en el refugio, entregaron los componentes al Adeptus Mechanicus, quien comenzó de inmediato a trabajar en la instalación de las nuevas piezas.

—Con esto, maestro, —dijo el Adeptus Mechanicus, sus manos moviéndose con precisión sobre los circuitos—, podremos crear la maquinaria necesaria para producir biomasa a partir de los mutantes que capturemos. Esto nos dará una fuente sostenible de alimento y energía.

Jonás sonrió, satisfecho. Sabía que este era solo el principio, pero cada pequeña victoria contaba.

—Perfecto, —dijo Jonás mientras se dirigía a sus aposentos—. Hemos avanzado bien hoy. Mañana seguiremos construyendo.

El refugio estaba en silencio, pero Jonás podía sentir que su fortaleza estaba creciendo, tanto en poder como en seguridad. Este mundo aún era un lugar peligroso, pero con cada decisión que tomaba, se acercaba más a la dominación que había imaginado desde el principio.

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