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dragón subterráneo

Ian mantenía una vigilancia constante, su mente calculando cada movimiento del dragón y ajustando las tácticas de sus esclavos de alma. Sabía que la batalla apenas comenzaba.

El rugido ensordecedor del dragón subterráneo reverberó a lo largo de la vasta caverna, sacudiendo la tierra bajo los pies de Ian y sus esclavos de alma. La criatura, cubierta por escamas de un color pálido que reflejaba la piedra, los miraba con ojos llenos de una inteligencia antinatural y una ira desbordante. Cada movimiento del dragón hacía que la cueva se estremeciera, como si el entorno mismo se doblegara ante su poder.

El dragón subterráneo no perdió tiempo y desató su ataque. Levantando su gigantesca cabeza, abrió sus fauces y exhaló un chorro de llamas que iluminó la cueva con un resplandor rojo y dorado. El fuego no era común; estaba cargado con energía mágica, capaz de derretir la roca y vaporizando todo a su paso.

Las flamas se expandieron como una ola, buscando consumir a Ian y su ejército de almas. A la par, la bestia usó su cola, un arma temible en sí misma, para golpear el suelo con una fuerza monumental. Este golpe activó su magia terrestre, provocando una tormenta de tierra que envolvió la cueva en una nube de polvo y escombros, reduciendo la visibilidad a casi cero.

El mono controlador de la tierra reaccionó con la velocidad de un rayo, golpeando el suelo con ambas manos abiertas. Inmediatamente, una serie de muros de roca se levantaron entre las llamas y el ejército de Ian, desviando la mayor parte del fuego hacia los costados. Aunque algunos de los muros se derritieron bajo el calor, la defensa fue suficiente para evitar que el ataque incinerara a los guerreros goblins y a las avispas.

Con la tormenta de tierra arremolinándose a su alrededor, el gigante rocoso se preparó para su propia ofensiva. Su enorme cuerpo comenzó a vibrar, enviando ondas de choque a través del suelo que hicieron temblar los cimientos de la cueva. Las vibraciones se propagaron por la tierra, desestabilizando la magia del dragón y frenando la tormenta de polvo. Además, las ondas de choque se concentraron en la base del dragón, forzándolo a reposicionarse para mantener el equilibrio.

Las avispas soldado y la avispa reina se lanzaron a través de las nubes de polvo, aprovechando su tamaño reducido y su agilidad. Volando a gran velocidad, rodearon al dragón y comenzaron a lanzar ataques de ácido corrosivo. El ácido chisporroteó al contacto con las escamas del dragón, creando pequeñas fisuras en su armadura natural. Las avispas, trabajando en conjunto, atacaban de manera coordinada, lanzando chorros de ácido hacia las mismas áreas debilitadas una y otra vez, intentando abrir una brecha en las defensas del dragón.

Los chamanes hombres pájaro, desde el aire, comenzaron a invocar sus poderes eléctricos. Formando un círculo en torno al dragón, unieron sus energías para crear una tormenta eléctrica concentrada sobre la criatura. Los relámpagos caían como un torrente, impactando repetidamente en el dragón. El objetivo era claro: aprovechar las grietas creadas por el ácido y amplificarlas con la fuerza destructiva de los rayos.

Mientras tanto, el líder de los árboles vivientes y los otros árboles invocaron un viento helado que comenzó a soplar desde las profundidades de la cueva. Este viento, impregnado de energía mágica, se movía con una fuerza cortante, reduciendo drásticamente la temperatura alrededor del dragón. La escarcha comenzó a formarse sobre las escamas dañadas, debilitando aún más las áreas que habían sido corroídas por el ácido y golpeadas por los rayos.

Pero no fue solo el frío lo que trajo el líder de los árboles. sus raíces se extendieron rápidamente, envolviendo el área alrededor del dragón. Raíces espectrales no eran solo oscuridad; estaban imbuidas con una energía destructiva que comenzaba a cortar y presionar la carne del dragón. Cada sombra era como una cuchilla que cortaba a través de la magia y la materia, aumentando el daño infligido por los otros ataques.

El dragón, a pesar del daño recibido, no estaba dispuesto a ceder tan fácilmente. Con un rugido que sacudió las paredes de la cueva, canalizó una cantidad masiva de energía mágica desde las profundidades de la tierra. Las escamas que habían sido dañadas comenzaron a brillar con una luz intensa, y el dragón desató una ola de energía pura que repelió momentáneamente las sombras y desvió algunos de los rayos.

Pero el dragón no se detuvo allí. Abriendo nuevamente sus fauces, lanzó una explosión de energía mágica concentrada hacia el cielo, rompiendo el círculo de chamanes y obligándolos a dispersarse. La energía liberada hizo que el aire mismo vibrara, creando una explosión sónica que empujó hacia atrás a todos los que estaban en las cercanías.

Con el dragón subterráneo resistiendo los ataques con una ferocidad renovada, Ian supo que debía actuar rápidamente antes de que el poder de la bestia se regenerara por completo. Tomando el control del alma del T-Rex con la línea de dragón, ordenó que atacara con todas sus fuerzas. El T-Rex, con un rugido feroz, se lanzó hacia el dragón con su mandíbula abierta. Aunque sus ataques físicos no podían hacer daño directo, su fuerza y tamaño sirvieron para inmovilizar al dragón momentáneamente.

Este fue el momento que Ian esperaba. Con el dragón retenido por el T-Rex, Ian ordenó un ataque combinado de todas sus fuerzas. Los chamanes se reagruparon rápidamente y lanzaron un último rayo de energía pura hacia el dragón, concentrando todas sus fuerzas en un solo punto. Simultáneamente, el líder de los árboles invocó un viento helado tan poderoso que convirtió el entorno en un desierto de escarcha.

Las raíces líder de los árboles y de sus subordinados se cerraron alrededor del dragón, apretando con fuerza mortal. El ácido de las avispas fue lanzado directamente a las áreas más debilitadas, y el gigante rocoso golpeó el suelo una vez más, creando una onda de choque que rompió las últimas defensas del dragón.

El dragón subterráneo, ya sin fuerzas para resistir el ataque coordinado, soltó un último y desgarrador rugido antes de colapsar bajo la presión combinada de los ataques. Su enorme cuerpo cayó con un estruendo que sacudió la cueva, y la energía mágica que lo rodeaba se disipó lentamente.

Con la caída del dragón, el silencio regresó a la cueva. Ian observó el cuerpo inerte de la bestia, sabiendo que había ganado no solo una batalla, sino una victoria que aseguraría su dominio sobre esta veta y los recursos que allí se encontraban.

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