—No estamos autorizados a quedarnos allí sin el permiso por escrito de su alteza, los informes nos los entrega la directora —añadió ella, un poco asustada y yo asentí.
Esa era la razón por la que necesitaba sus derechos, para poder interferir oficialmente en el proceso.
¿Esa anciana creía que podría deshacerse de mí, entregándome informes falsos? ¡Ja! ¡Cómo quisiera!
Suspiré profundamente al darme cuenta de que era hora de ver al hombre y hablar seriamente sobre ello. Abrí todos los archivos y también organicé el informe de hoy. Pero cuando me levanté para irme, justo entonces entró Lina.
—Su alteza.
—Ah, te estaba esperando —dije—. Dime, ¿qué pasó allí? —pregunté, tratando de parecer casual.
—Su alteza, a la señora Isabela se le suministraron algunos medicamentos y luego sus heridas fueron tratadas y después fue enviada de vuelta a su propiedad —respondió ella y yo suspiré—. ¿Solo eso? Entonces, ¿por qué gritaba como una banshee?
Como si leyera mis expresiones, añadió:
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