—Lina… —Kaden gimió.
Su voz envió chispas a través de su cuerpo. Cuando sus manos se deslizaron hacia arriba para sostener sus caderas, sintió un pulso abajo. Dios, lo deseaba tanto. Besó una línea atenta desde su cuello hasta su barbilla, luego, su boca. Capturó sus labios en una caricia suave. Suavemente, tiernamente, sus bocas se moldeaban perfectamente una contra la otra.
Lina se agarró a la encimera pidiendo clemencia, pues sus besos la volvían loca de deseo. Pasó sus grandes manos bajo su camisa. Ella contuvo la respiración. En un movimiento suave, desabrochó su vestido y lo arrojó al suelo.
—Kaden, —Lina se dio cuenta.
—Dime que lo deseas, —Kaden la incitó, mientras desabrochaba su sujetador. Ella tembló cuando él tomó sus pechos en los mismos lugares donde debía estar su sostén.
El frío mordía su piel desnuda. Su estómago se contrajo ante su petición. Una demanda. Su tono era imperativo y ella era su cómplice dispuesta.
—Por favor… —Lina finalmente cedió.
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