—Su Gracia, ¿a dónde vamos? —preguntó Stella al ver a la Reina pasar por la gran escalera que llevaba al primer piso.
Stella pensó que la Reina había seguido su consejo y se ceñiría al programa principal. La pintoresca mujer ignoró su pregunta y siguió caminando hasta que se detuvieron frente a otra puerta que sorprendió a Stella.
Ella conocía el castillo como la palma de su mano, pues había trabajado aquí durante un tiempo ahora, y había ascendido de ser una conserje a una secretaria. ¿Cómo sabía la Reina de esta escalera? ¡No estaba pintada en el mapa!
—Por favor, espera arriba —dijo Adeline, girándose hacia su gente.
Adeline no quería que los secretos de Elias se revelaran a nadie más que a ella. Giraba el anillo de rubí en su dedo, preguntándose cuál sería su reacción a su descubrimiento.
—Pero debemos acompañarla a donde quiera que vaya, Su Gracia, para asegurar su seguridad —dijo Stella lentamente, con su voz llena de confusión y exasperación.
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