—Déjame ir, ahora —Tiana lo fulminó con la mirada mientras él le agarraba el brazo, Nicklaus puso cara de puchero.
—¿Me trajiste aquí y ahora quieres dejarme? ¿Quieres que me pierda?
Los labios de Tiana se abrieron y sus mejillas se tiñeron de rojo, avergonzada por su descaro.
—¡Ja! ¿Cómo te vas a perder? ¿Acaso eres un bebé o qué?
—Bueno —Nicklaus sonrió con picardía, rascándose la nuca ligeramente—, soy tu bebé...
Como si no estuviera ya lo suficientemente avergonzada, sus labios se abrieron ante su declaración y sus ojos se abrieron como platos de la sorpresa. Nicklaus sonreía de oreja a oreja, lo que le dificultaba responder.
M... ¿mi qué?!
La cara de Tiana se enrojeció tanto que parecía que iba a sangrar. Sus labios se cerraron y se abrieron de nuevo, pero no podía pensar en nada que decir, se giró hacia adelante y comenzó a caminar hacia su coche, sin decir una palabra, dejando a Nicklaus riendo de su expresión avergonzada.
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