Clei, con sus alas majestuosas y imponentes y el peso de su incierto futuro, se encontraba en una encrucijada. Las voces de sus hermanos resonaban en su mente, cada uno defendiendo su posición con fervor. Los demonios Abraxus y Asmodeus, astutos y pragmáticos, insistían en cerrar la puerta después de dos días. "¿Por qué prolongar el riesgo?", argumentaban. "Los humanos son efímeros, y su curiosidad podría desencadenar consecuencias imprevistas".
Sin embargo, Clei, con su corazón dividido entre el cielo y el abismo, tenía una perspectiva diferente. Para él, el festival de las estrellas no era solo una celebración mundana; era un vínculo con su pasado y un recordatorio de los cumpleaños de aquellos a quienes amaba y que estaban presentes en esa sala. Cada destello en el cielo nocturno llevaba consigo un deseo, una esperanza, y él no podía privar a los mortales de esa oportunidad.
"¿Y si alguien necesita cruzar la puerta en esos días adicionales?", preguntó Clei, mirando a los príncipes demonios con sus ojos azules ardientes como brasas. "¿Qué pasa si un alma perdida busca refugio o un amor desesperado busca una segunda oportunidad? No podemos cerrar la puerta a la posibilidad".
Los demonios gruñeron, sus colas serpentinas agitándose. "Eres un idealista, Clei", dijo el más alto de ellos, Abraxus, cuyos ojos brillaban como brasas. "Tu crianza te han vuelto ciego a la realidad. No podemos arriesgarlo todo por un puñado de sueños".
Clei apretó los puños, sintiendo la tensión en el aire. Sabía que su decisión afectaría a todos los reinos: el cielo, el inframundo y la tierra. Pero también sabía que su lealtad no era solo hacia los suyos, sino hacia la esperanza misma. Y así, con la determinación de un ángel príncipe celestial, anunció su veredicto:
"La puerta permanecerá abierta durante todo el festival. Que los destinos se entrelacen y los corazones encuentren su camino".
Los príncipes demonios gruñeron, pero no se atrevieron a desafiarlo. Clei extendió sus alas aún intactas de maldad, sintiendo la brisa nocturna acariciar su piel. El festival de las estrellas estaba por comenzar, y él sería su guardián, incluso si eso significaba desafiar a los mismos cielos y abismos que lo habían marcado.
Así, en la encrucijada de su existencia, Clei tomó su posición, listo para recibir a los viajeros de los mundos y a los soñadores de las estrellas.