Shen había previsto que lo desheredarían, después de todo estaba asumiendo el supuesto genocidio de la aldea panda. Esperaba que el rey captara su indirecta y por temor a ser expuesto no lo desheredara y solo lo sentenciara a un castigo menor.
Shen había oído accidentalmente la verdadera profecía hace unos días y entendió a la perfección lo que su padre haría, meditó sobre qué hacer.
Él no creía en el destino por lo que a sus ojos el rey asesinaría sin razón a personas inocentes, debía tomar una decisión rápido, si interferir o no. ¿Qué excusa usaría su padre cuando el reino se enterara de su atroz crimen? ¿Qué consecuencias traería en él si interviniera?
Shen entendió que al dar este paso no habría vuelta atrás, esta vez definitivamente su puesto como heredero al trono sería amenazado. Al otorgarse a sí mismo la culpa del supuesto genocidio muy probablemente sería el fin para su tan esperado sueño de gobernar Gongmen de manera legítima.
¿Qué era lo que realmente quería? Al ser rey de Gongmen de pequeño deseaba ser notado y amado por sus padres, al crecer se prometió ser rey para impartir justicia en la ciudad y evitar casos como el de su madre y el suyo. Pero, ahora, lo que realmente le importaba era… evitar ser parte de la oscuridad tan aborrecible del palacio, oculta para la mayoría de la ciudad, pero evidente y cruel para él, prefería morir antes de ser parte de ellos.
Esa misma tarde, Shen, que contaba con el apoyo de los guerreros lobo, pensó en el discurso adecuado que debía usar con los aldeanos para que cooperaran en su plan y así evitar la tragedia.
Al principio una gran parte estaba incrédula, pero gracias a lo persuasivo que era el príncipe la mayoría estuvo de acuerdo, les explicó el plan y muchos le agradecieron. Provocando esto último una calidez que para él era extraña y la cual no supo identificar en ese momento. Los aldeanos debían huir y jamás volver.
La reina, después de enterarse del plan, a espaldas de todos, mandó a sus sirvientas a esparcir rumores por el reino sobre el príncipe y una falsa profecía para generar desconfianza en la gente. Fueron suficientes 2 días para que la gente que antes admiraba y veneraba al joven príncipe como un prometedor monarca retirara sus palabras y comenzara a dudar de si en verdad debería heredar el trono. El rey no dijo nada durante ese periodo, pues le complació que su hijo tenga mala fama.
Para evitar levantar sospechas dividieron a los aldeanos en la mitad. La primera mitad conformada por ancianos, niños y personas vulnerables, se irían a escondidas de la aldea primero, escoltados por un grupo de guerreros lobo. Luego, al siguiente día, muy temprano, los aldeanos regarían por todas partes restos de cadáveres de otros animales, sangre y vísceras, apoyados por algunos guerreros lobo, para simular cadáveres.
Además, ese mismo día se trasladaría el siguiente grupo antes de que Shen y el resto de los guerreros lobo incendiaran la aldea mientras interpretaba su papel de villano gritando a diestra y siniestra que los asesinaran a todos y dirigiendo a su ejército a perseguir inexistentes aldeanos.
Sin embargo, a la hora de la hora, aún hubo un grupo de aldeanos que se resistían a dejar su aldea. Shen había previsto esto por lo que había decidió incendiar toda la aldea para que así esas personas no tuvieran alternativa más que irse y así no entorpecieran el plan.
Pero, no contaba con que dos de los guerreros lobo que lo acompañaban eran traidores, leales a la reina. Estos persiguieron ferozmente a una mujer con su bebé en brazos, esto no llamó la atención del resto del grupo pues asumieron que solo era una actuación. Sin embargo, Shen sospechó y decidió seguirlos.
Los dos traidores estaban tan enfrascados en la caza que ignoraron la presencia del príncipe, alcanzaron a la mujer y para cuando Shen llegó, ella estaba agonizando. Shen luchó contra ellos pero era complicado enfrentarse a ambos al mismo tiempo, entonces llegó Zhang junto a un grupo de los suyos y ayudaron a reducirlos.
Shen le contó todo, los llevaron para ser interrogados. Shen le encargó esa tarea a Zhang, en quien más confiaba, aunque temía que fueran espías del rey porque entonces todo lo que hizo sería en vano. Apresurado continuó con la última fase de su plan.
Una semana antes del día que el rey planeaba cometer el genocidio, el príncipe pidió una audiencia urgente con el rey, que en ese momento se encontraba con la reina y algunos funcionarios. El príncipe entró en la sala y de golpe les informó que debido a la profecía que se decía comprometía su destino arrasó con la aldea de los pandas y asesinó a cada uno de los bebés.
—"¿Desafiar a mi destino es un error? —rio histéricamente— ¿Cómo podría el futuro rey de Gongmen rendirse a la derrota? Después de todo ¿No son sólo simples aldeanos? ¿No es acaso lo mismo que su majestad haría en mi posición, padre?" —pronunciando esa última palabra más lentamente tuvo como respuesta una mirada dura y algo enloquecida.
—¡Guardias! —llamó el rey en tono severo. —Pena de flagelación, 100 latigazos —No dijo más, dio la espalda y se retiró.
Mientras tanto Zhang interrogaba a los traidores, estos no cedían a pesar del dolor físico que sentían, finalmente uno de ellos no pudo soportarlo más, confesó que servían a la reina desde hace mucho y al enterarse del plan del príncipe, recibieron órdenes de no intervenir, pero debían asesinar a cuantas personas pudieran si se les presentaba la oportunidad para empeorar la imagen del príncipe. Los traidores aprovecharon la sorpresa de todos para zafarse de sus ataduras e intentar escapar, pelearon contra el grupo y finalmente cayeron rendidos agonizando.