De regreso en el faro, el grupo de amigos se sentó en círculo, tratando de recuperar el aliento y procesar lo que acababan de experimentar. La cueva no solo había resultado aterradora, sino que había despertado en ellos una sensación de desesperanza y peligro inminente. Alex miraba a su alrededor, tratando de encontrar una manera de mantener la calma.
—Lo que vimos allí abajo... no era humano —dijo Lily, rompiendo el silencio—. ¿Qué era esa cosa?
—No lo sé —respondió Alex, frotándose la frente con una mano—. Pero lo que sí sé es que no estamos preparados para enfrentarlo. Necesitamos más información.
—Mi abuela solía hablar de cosas así —intervino Jamie—. Cuentos sobre el mal antiguo que dormía bajo Havenbrook. Quizás deberíamos hablar con ella.
Alex asintió, reconociendo que necesitaban toda la ayuda posible. La abuela de Jamie, la señora Whitmore, era una de las personas más ancianas del pueblo y conocida por sus historias sobre tiempos pasados.
—Está bien —dijo Alex—. Iremos a verla. Puede que ella sepa algo que nosotros no.
El grupo dejó el faro y se dirigió a la casa de la señora Whitmore, situada en una colina desde la que se podía ver todo Havenbrook. La casa, antigua y llena de recuerdos, estaba rodeada de un jardín silvestre. Jamie llamó a la puerta, y pronto se abrió, revelando a una mujer menuda con ojos agudos y una sonrisa cálida.
—Jamie, muchacho, ¿qué te trae por aquí a estas horas? —preguntó la señora Whitmore, mirando a los demás con curiosidad.
—Abuela, necesitamos tu ayuda —respondió Jamie—. Emily ha desaparecido, y vimos algo extraño en la cueva bajo los acantilados.
Los ojos de la señora Whitmore se oscurecieron al escuchar esto. Les hizo una seña para que entraran, y los llevó a la sala de estar, donde un fuego chisporroteaba en la chimenea.
—Siéntense, niños —dijo, y ellos obedecieron—. Lo que me están diciendo me recuerda a una historia que mi propia abuela me contó cuando era niña.
La señora Whitmore se acomodó en su sillón y comenzó a hablar, su voz resonando con un eco del pasado.
—Hace mucho tiempo, cuando Havenbrook era solo un pequeño asentamiento de pescadores, los habitantes descubrieron algo en la cueva bajo los acantilados. Una antigua entidad, un ser de sombras y susurros que se alimentaba del miedo y la desesperación. Lo llamaban "La Sombra del Abismo". Intentaron sellar la cueva, pero sabían que solo sería una solución temporal. Cada generación, el sello se debilitaba, y el ser intentaba emerger de nuevo.
—¿Y cómo lo detuvieron? —preguntó Tom, con el rostro pálido.
—No lo detuvieron —respondió la señora Whitmore—. Solo lograron contenerlo. La última vez que despertó, desaparecieron varios niños, pero un grupo de valientes logró sellar la cueva nuevamente, usando un antiguo ritual que se ha perdido con el tiempo.
—¿Qué hacemos entonces? —preguntó Alex, sintiendo el peso de la responsabilidad—. No podemos dejar que siga llevándose a más niños.
—Necesitamos encontrar el diario de Thomas Grayson —dijo la señora Whitmore—. Él fue el último en realizar el ritual. Su diario contiene las instrucciones y los elementos necesarios para sellar a la Sombra del Abismo. Se decía que lo guardaba en la antigua biblioteca del pueblo, que ahora está abandonada.
El grupo intercambió miradas, sabiendo que su próxima misión los llevaría a la antigua biblioteca, un lugar tan lleno de secretos y misterios como la cueva misma.
—Vayan con cuidado —advirtió la señora Whitmore—. Y recuerden, la Sombra del Abismo se alimenta del miedo. Mantengan la calma y la esperanza en sus corazones.
Con renovada determinación, los amigos se levantaron y se despidieron de la señora Whitmore. La noche estaba en su punto más oscuro cuando se dirigieron a la antigua biblioteca, dispuestos a enfrentar los horrores que pudieran encontrar allí en su búsqueda del diario de Thomas Grayson.