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Centurión Dorado: Segunda ola; Contra insectos gigantes

Rich Dmac Namara, conocido como el Centurión Dorado, jadeaba con dificultad. La batalla contra los salvajes había concluido, pero su cuerpo aún sentía los estragos de los golpes y el dolor acumulado.

El cubo en su cuello, misterioso y siniestro, prometía poder a cambio de superar desafíos. Sin embargo, el precio de ese poder parecía elevarse con cada nueva prueba. 

Con temor de nuevos ataques y observando la densa selva frente a él, Rich buscó refugiarse entre los árboles. La vegetación era opresiva, espesa y húmeda; el aire cargado de un penetrante olor a tierra mojada mezclado con un toque agrio de descomposición.

Sabía que la selva le ofrecía una oportunidad para escapar de sus perseguidores, pero también era consciente de que adentrarse allí podría ser una sentencia de muerte. Sus instintos le pedían retroceder, pero la única alternativa era enfrentar lo que viniera. 

"Esconderme," pensó. "Al menos hasta recuperar mi energía." El cubo en su cuello pulsaba débilmente, como si estuviera en espera, aguardando el próximo desafío. 

Cada paso que daba hacía crujir el suelo bajo sus pies, con hojas secas y ramas quebradas, aunque el sonido resonaba más fuerte en su mente, como un tambor constante que delataba su posición. Pasó junto a un árbol retorcido, cuyos ramajes se asemejaban a brazos largos y curvados, listos para atraparlo.

La sensación de estar siendo observado crecía en su mente, pero sacudió la cabeza, tratando de apartar el miedo. No obstante, sabía que algo no estaba bien. 

El silencio de la selva resultaba amenazante. No había los sonidos habituales de pájaros o pequeños animales, solo el susurro del viento entre los árboles y el crujir ocasional de las hojas caídas. 

De repente, un zumbido grave llenó el aire. Al principio, Rich pensó que se trataba de una ráfaga de viento inesperada, pero el sonido se intensificó rápidamente. Se detuvo y miró a su alrededor, tratando de localizar la fuente del ruido. Y entonces los vio. 

Insectos gigantes, enormes criaturas aladas, se movían con rapidez entre los árboles, sus caparazones negros brillando bajo la tenue luz que se filtraba entre las hojas.

Eran los mismos monstruos que habían atacado a su amiga, Suri. Con dos metros de altura, sus alas membranosas hacían vibrar el aire mientras sus mandíbulas afiladas chasqueaban, listas para destrozar cualquier cosa que se interpusiera en su camino. 

Rich sintió el peso de la situación. —Maldita sea —murmuró, preparándose para el enfrentamiento. Sabía que no era lo suficientemente rápido para huir, especialmente en la selva, donde la movilidad estaba limitada. La batalla era inevitable. 

El primer insecto se lanzó contra él con velocidad asombrosa. Rich lo esquivó por poco, y su puño golpeó el costado de la criatura, lanzándola hacia atrás, pero apenas un par de metros. El impacto fue suficiente para derribarla, pero no para derrotarla.

Necesitaba tiempo. El cubo no ofrecía un aumento significativo de fuerza de inmediato. Incluso con su fuerza amplificada, sus movimientos no eran lo suficientemente rápidos para enfrentarse a múltiples enemigos al mismo tiempo. 

La batalla continuó. Otro insecto cargó, y Rich bloqueó el ataque con su antebrazo, sintiendo el dolor recorrer su cuerpo mientras la criatura intentaba atraparlo con sus pinzas afiladas. Con un esfuerzo titánico, empujó al monstruo hacia atrás y asestó otro golpe en su tórax, rompiendo parte del caparazón. 

Pero eran demasiados. 

Pronto, otros dos se unieron al ataque, y Rich comenzó a ser superado. Sus brazos golpeaban con fuerza y precisión, pero la lentitud con que sus golpes se recargaban y el alcance limitado de sus ataques complicaban su victoria. Sus movimientos se tornaron torpes a medida que la fatiga lo invadía. 

El cubo, sin embargo, comenzó a brillar tenuemente. "Cinco por ciento más de fuerza," pensó. La energía fluía lentamente por su cuerpo, aunque seguía siendo insuficiente. Rich logró empujar a uno de los insectos contra un árbol cercano, rompiendo el tronco con el impacto, pero otro se lanzó sobre él de inmediato. 

El zumbido de las alas de los insectos resonaba en toda la selva, como un presagio de muerte. La sensación de derrota comenzaba a invadir su mente. 

Fue entonces cuando un golpe inesperado lo alcanzó por la espalda. Rich cayó al suelo con fuerza, sintiendo la tierra húmeda contra su rostro. Intentó levantarse, pero las mandíbulas de uno de los insectos se clavaron en su hombro. Un grito de dolor escapó de sus labios, y por un momento pensó que sería el final. 

—¡No! ¡Todavía no! —rugió, mientras con un esfuerzo extremo arrancaba al insecto de su cuerpo y lo lanzaba al suelo con toda la fuerza que le quedaba. El cubo pulsaba nuevamente. 

Cada segundo hacía la batalla más feroz, y la sangre de Rich goteaba por pequeños cortes y rasguños. Sabía que la fuerza adicional que había ganado no era suficiente. El próximo ataque sería decisivo, y si no resistía, todo terminaría allí. Los insectos lo rodeaban, sus alas zumbando más fuerte, como si ya saborearan su derrota. 

Rich respiró hondo, sintiendo al cubo vibrar una vez más. Esta vez, una nueva ola de energía recorrió su cuerpo, aumentando su fuerza otro cinco por ciento. "Aún no es suficiente," pensó, "pero tendrá que bastar." 

El primer golpe llegó demasiado rápido para esquivarlo. Rich apenas tuvo tiempo de levantar los brazos para bloquear, pero la fuerza renovada marcó la diferencia.

Empujó al enemigo lejos y aprovechó el momento para asestar un poderoso golpe al segundo insecto, que salió disparado hacia atrás, chocando contra un árbol con estruendo. El impacto rompió sus alas y lo dejó inmóvil. 

Pero los otros aún estaban listos para atacar. Rich sabía que su fuerza estaba al límite, pero algo dentro de él lo impulsaba a seguir. 

Un enemigo más avanzó, y Rich lo enfrentó de frente. Sus puños ahora eran más rápidos, y el poder recién adquirido comenzaba a marcar la diferencia.

Sentía al cubo brillar intensamente en su cuello, como si estuviera a punto de liberar algo aún mayor. El próximo oponente sería el último de esta ola. 

Los insectos lo rodearon una vez más, pero ahora, con su fuerza duplicada, Rich estaba listo.