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Capítulo 3: La atracción es más fuerte

Capítulo 3: La atracción es más fuerte

Narra Mía

Por un momento, me perdí en la mirada de Axel y nuestros rostros empezaron a acercarse, pero mi hermanito interrumpió el momento con su inocente comentario.

- ¡Se van a besar! – gritó emocionado.

- Él es tu novio – agregó con la misma inocencia.

- No, no lo es. Menú, él no es mi novio – respondí nerviosa tratando de aclarar la situación.

- Parece que él te quiere – dijo mi hermano sin darse cuenta de la incomodidad que estaba sintiendo.

Narra Axel

Mientras tanto, me sentía atraído por Mía y no podía dejar de pensar en ella. La forma en que me miraba y la tensión en el aire me hacían pensar que tal vez ella también sentía algo por mí. Sin embargo, la inocencia del hermanito de Mía me hizo volver a la realidad.

- Parece que él te quiere – dijo el niño con inocencia.

Traté de aliviar la tensión y me presenté amablemente ante el niño.

- Hola, campeón, soy Axel – dije sonriendo.

Después de la presentación, el niño continuó con sus preguntas inocentes.

- Si no es tu novio, ¿quién es? – preguntó curioso.

Mía y yo nos miramos a los ojos mientras ella respondía con nerviosismo.

- Él es... el director de mi escuela – dijo Mía sintiendo que la atmósfera se tensaba.

A pesar de la incomodidad, traté de mantener la compostura y seguí sonriendo.

- Un placer conocerte, campeón – dije dirigiéndome al niño.

Narra Mía

Estaba tan conmovida por lo dulce que era mi hermanito que no podía dejar de mirarlo. Pero ahora me siento nerviosa, ya que estoy conduciendo al director de mi escuela.

- Vamos - dije, tratando de ocultar mi nerviosismo.

- ¿A dónde vamos? - preguntó Manuel.

- Vamos a llevar a Axel en su casa - dije, sintiéndome aún más nerviosa.

De repente, me di cuenta de que lo había llamado por su nombre en lugar de "señor director".

- Perdón... Señor Director – dije, bajando la mirada.

- No pasa nada... puedes llamarme Axel fuera de la escuela - dijo, levantando mi rostro y haciendo que nuestras miradas se encontraran.

Después de un viaje de 20 minutos, llegamos a su casa.

- ¿Es aquí? – pregunté.

- Sí, aquí es mi casa – dijo, besando mi mejilla.

- Gracias por traerme a mi casa – dijo, y se bajó del auto.

Yo también bajé detrás de él, sintiendo mi corazón latir fuertemente.

- Disculpe lo que dijo mi hermanito, él es muy inocente y no sabe lo que dice - dije, mirándolo a los ojos.

- No pasa nada - dijo, mientras posaba su mirada en la mía.

- ¿No quieres pasar? Podemos tomar un café - ofreció.

- No quisiera molestar - dije, bajando la mirada.

- No me molestas... es lo menos que puedo hacer después de que me trajiste a mi casa - dijo, levantando mi rostro.

- Usted me ayudó a mí - dije, sonriendo.

- Pasa, tengo chocolate para tu hermanito - dije, esperando una respuesta positiva.

Pensé en decir que no, pero cuando vi sus ojos, no pude resistirme.

- Sí - dije, y bajé a Manuel del auto.

- ¿A dónde vamos? - preguntó Manuel.

- Eh... Axel te servirá una taza de chocolate - dije.

- ¡Sí, vamos campeón! - dijo Axel con ternura.

- ¡Siiiii! - exclamó Manuel, alegre.

Tomé la mano de Manuel y Axel lo tomó de la otra. De vez en cuando lo levantábamos en el aire, lo que hacía que Manuel se riera mucho. Luego fuimos a su casa, donde Axel nos llevó a la cocina. Cargó a Menú y lo sentó en una silla, luego sacó una caja de leche chocolatada de la heladera y una caja de galletas de la alacena. Las puso en un plato y se lo dio a Manuel.

- Aquí tienes, campeón - dijo Axel, sonriendo.

- Gracias - dijo Menú, alegre.

Luego puso la cafetera para preparar el café y se fue a la sala.

- Ya vuelvo - dijo.

Besé a Menú en la cabeza y lo seguí.

- Ya vuelvo, Menú - dije y lo seguí.

Vi que se estaba por sacar el saco manchado de grasa y me acerqué con cautela.

- ¿Te ayudo? - dije tímidamente.

Él me miró mientras me acercaba cautelosamente. Luego, despacio y suave, comencé a desabotonar su saco mientras nuestras miradas se cruzaban. Cuando le desabroché el último botón, le ayudé a sacárselo.

- Listo. ¿Dónde puedo lavar esto? - dije sosteniendo el saco.

- No, no hace falta - dijo él, mirándome a los ojos.

- Es lo menos que puedo hacer después de ayudarme con mi auto... y por cómo trata a mi hermanito - dije sonriendo.

- Tengo un lavadero por acá - dijo, sonriendo.

Me guió hasta ahí y luego puso el saco en la lavadora.

- Ves, no fue nada... la lavadora lo limpiará - dijo, sonriendo.

Se veía tan hermoso cuando sonreía. Luego regresamos a la cocina y Manuel había terminado la chocolatada.

- Ya terminaste, campeón. ¿Quieres más? - dijo, sonriendo.

- ¡Siiii! - exclamó Manuel, alegre.

Axel le sirvió más a Manuel y luego preparó dos tazas de café. Corrió la silla para que me sentara como una dama y se sentó a mi lado. Comenzamos a conversar y le conté cosas de mi vida que no me atrevía a decirle a nadie, ni siquiera a mi mejor amiga. Luego pasamos a la sala y conversamos sobre cosas interesantes de arte, libros, fotografía y cultura. Teníamos tantas cosas en común que almorzamos juntos y hasta cenamos. Pero luego miré la hora y ya se hizo tarde; Manuel se había quedado dormido.

- Me tengo que ir - dije con tono melancólico.

- Qué pena - dijo Axel, con tono melancólico.

- Me gustó conversar contigo, Axel - dije, sonriendo.

- A mí también me gustó conversar contigo - dijo él, sonriendo.

No sé por qué, pero me provocaba decirlo por su nombre. Cargué a Manuel y Axel me ayudó a llevarlo hasta mi auto.

- Conduce con cuidado - dijo, mirándome a los ojos.

- Lo haré - dije, entregándole su tarjeta de presentación - Aquí tiene.

- No, consérvalo - dijo, sonriendo.

- No... del otro lado escribí mi número - dije, sonriendo.

Cuando agarró la tarjeta, nuestras manos se juntaron. Después sacó otra tarjeta y me la entregó.

- Toma, es para ti - dijo, sonriendo.

Cuando tomé la tarjeta, nuestras manos se volvieron a juntar. Sentía una corriente eléctrica por todo mi cuerpo cada vez que nuestras manos se juntaban. Luego le di un beso en la mejilla y subí a mi auto.

- Adiós, Axel - dije, mirándolo a los ojos.

- No digas adiós... Di hasta pronto - dijo, mirándome a los ojos.

- Nos vemos mañana - dije, sonriendo.

Me pasé todo el camino pensando en Axel hasta que llegué a mi casa. Metí mi auto en el garaje y saqué a mi hermanito. Al entrar a mi casa, mi tía estaba esperando.

- Perdón por llegar tarde - dije, inventando una excusa - fuimos a comer y a pasear y...

- No me importa lo que hagan - dijo, interrumpiéndome - con tal de que hayas alimentado a esta plaga, haz lo que quieras - dijo con prepotencia.

Me quedé en silencio, tratando de evitar las ganas de golpearla. Tenía que aguantarla, no me quedaba de otra.

- ¿Qué tanto me miras? Ve y acuesta a este pendejo - dijo, con prepotencia.

Me fui sin decir nada, subí las escaleras y llegué a la habitación de Manuel. Lo recosté en su cama y besé su frente.

- Buenas noches, hermanito - dije, sonriendo, y me fui.

Al llegar a mi habitación, salí un rato al balcón. Necesitaba pensar en todo lo que había pasado con el director. Necesitaba entender por qué me provocaba llamarlo Axel, por qué sentía una corriente eléctrica cada vez que me miraba, por qué sentía un cosquilleo cada vez que estaba cerca de él, por qué me daba tanta tristeza alejarme de él y por qué sentía la necesidad de volverlo a ver.

Entré a mi habitación, me puse mi pijama y me acosté. Me costó conciliar el sueño. El solo pensar en él hacía que mi corazón se acelerara.

Narra Axel

Estaba acostado, pensando en Mía. Jamás había sentido por alguien que mi corazón latiera con tanta intensidad. Sonreía cada vez que recordaba sus ojos.

No dejaba de preguntarme, ¿estaré haciendo lo correcto? Yo tengo 32 años y ella solo tiene 17.

¿Qué te está pasando, Axel? Me preguntaba una y otra vez. Era difícil aceptar que me había enamorado de alguien tan joven, pero no podía evitar sentir lo que sentía. Cada vez que estaba cerca de ella, mi corazón latía con fuerza y no podía evitar sonreír. Sabía que tenía que ser cuidadoso y no hacer nada que pudiera lastimarla, pero no podía evitar sentirme atraído por ella.

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