Durante horas, Beatriz se quedó allí, fijada en la pared frente a ella. Sus ojos ardían, exhaustos por el sueño que su cuerpo desesperadamente ansiaba pero no podía encontrar, y por las lágrimas que había luchado por contener durante toda la noche. Había derramado suficientes lágrimas en las últimas semanas, y estaba resuelta en su determinación de no sucumbir a ellas de nuevo.
La situación en la que se encontraba se sentía como una forma de tortura cruel e inhumana, particularmente porque sabía que Rhys estaba justo en la habitación contigua. Su corazón dolía por estar cerca de él, sin embargo su mente racional se reprendía por albergar tales anhelos imprácticos. Era un tipo de sufrimiento único en su totalidad.
Justo cuando estaba al borde de quedarse dormida, un sonido repentino la sobresaltó y la despertó. Beatriz frunció el ceño cuando lo oyó de nuevo, parecía como si alguien estuviera golpeando su puerta.
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