Beatriz miró el reloj en la pared y suspiró. Eran casi las 11 pero Damián todavía no había vuelto.
Hace una semana desde que llegaron aquí y decir que estaba aburrida era poco. Damián prepararía el desayuno y luego se iría a alguna reunión de negocios.
A veces volvía para almorzar o cenar. Si no podía, hacía que su conductor le trajera comida.
Él le mandaba mensajes al azar durante el día y por las noches ella siempre esperaba a que él volviera a casa.
Le había dicho que no lo esperara, pero por alguna razón quería verlo antes de dormir.
Beatriz abrió la aplicación de mensajería en su teléfono y le envió un mensaje.
De Beatriz.
—Hola... ¿vienes a casa? Estoy preocupada Damián... ¿estás bien?
Beatriz presionó el botón de enviar y esperó su respuesta. Aunque estaba segura de que él no respondería. Después de todo, este era el quinto mensaje que le enviaba.
La pantalla de su teléfono se iluminó y su corazón se aceleró en el pecho.
De Damián.
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