Renata se detuvo unos segundos mientras miraba a su hija. Sentía que Felissa era una persona diferente por cómo hablaba y el tono de su voz cada vez que lo hacía.
—¡¿Cómo te atreves a acusarme?! ¡Soy tu madre! —gritó Renata a la defensiva y miró a su esposo—. ¡Di algo! —dijo agresivamente.
Aroldo suspiró y se levantó sin ningún problema. Miró a los ojos de Felissa y vio el dolor en ellos. —Querida, por favor, ve a tu habitación y discutiremos esto. Es vergonzoso para el señor Fabio... —susurró esperando que Felissa cumpliera.
Felissa jadeó incrédula y miró a Fabio, quien desviaba la mirada del drama. Aunque su cara mostraba que lo disfrutaba.
—No puedo creerles a todos ustedes —replicó Felissa, agarrando la mano de Vicenzo y arrastrándolo hacia afuera.
—¡No te vayas con él! —gritó Renata y estaba a punto de tirar del brazo de su hija, pero Felissa la apartó con un manotazo.
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