Cobardes, Culpas y Mentiras

—¿Conoces a Ariana Harlow? —preguntó Mateo a la anciana.

Mateo miraba la calle, que estaba más o menos vacía, podía ver a la Señora Harlow caminando en el patio trasero de su casa hablando con sus vecinos. Parecía bastante involucrada en la conversación que estaba teniendo.

Sus ojos se posaron en el rostro familiar. Tan similar y, sin embargo, tan diferente.

La mujer lo miró nuevamente y preguntó, —Sí. ¿Quién no conoce a esa chica desdichada? Pero, ¿por qué preguntas por ella?

Mateo no pudo evitar echar algunas miradas más a la Señora Harlow, quien soltó una carcajada y luego regresó al interior de su casa, aún riéndose por algo que su vecino le había dicho.

—¿Por qué la llamas desdichada cuando todos los demás no hacen más que hablar mal de ella? —Mateo preguntó, incapaz de detenerse de hacer la única pregunta que lo había atormentado durante toda una noche.

—¿Quién eres tú? —La mujer preguntó, sonando sospechosa. —¿Eres un vándalo contratado por alguien?