Waverly parpadeó. Era solo una ilusión, una falsa ilusión. Nada era real. Solo que, cuando seguía parpadeando y la figura permanecía, cada vez era menos capaz de convencerse a sí misma.
Pietro se quedó quieto, pero el miedo consumía sus ojos: —Tienes que detenerlo —dijo. Su voz era oscura y ronca y Waverly se quedó congelada en su sitio, completamente paralizada—. No puedes dejar que se vaya.
A Waverly se le secó la boca y le costó todas sus fuerzas encontrar algún trozo de voz: —¿Yo? ¿P-Pietro...? No eres... no eres real. Estás... muerto.
Pietro continuó como si no la hubiera escuchado: —No puede bajar allí. Sawyer, si va, se enfrentará a un gran peligro.
Al oír eso, los reflejos de Waverly se activaron y fue como si todo su cuerpo se liberara de las cadenas del miedo y se pusiera en marcha: —¿Peligro? ¿Qué clase de peligro?
—Un peligro tan grande que pondrá a todos en riesgo. Pero solo tú puedes detenerlo. Tú tienes el poder de acabar con todo.
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