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¿Qué tan fuerte eres?

El día siguiente había llegado, y fue una experiencia extraña para los niños. A lo largo de la noche, ya se habían esparcido rumores sobre la desaparición de Gren. Esto se debía a que el Señor Kron había regresado relativamente tarde en la noche para informar a Raze que su hermana iba a estar bien.

No fue una entrada silenciosa por parte del Señor Kron en absoluto, y aun antes de eso, la mayoría de los niños estaban preocupados desde que escucharon sonidos de gritos desde afuera. Aunque siendo jóvenes, tenían demasiado miedo como para aventurarse afuera.

La noticia se había escuchado de oídas, y fue entonces cuando los gemelos notaron que Gren ya no estaba en su habitación. La palabra se había esparcido, y los niños estaban empezando a formular sus propias opiniones sobre lo que había pasado.

—¿Viste la habitación de Raze y Safa? Estaba completamente destrozada.

—Sí, incluso vi sangre. ¿Crees que Gren hizo algo?

—Tuvo que haber hecho algo. ¿No escuchaste? Safa se está quedando en el pueblo con el médico. Debe haber hecho algo y lo expulsaron.

—Escuché que se fugó. Aparentemente, los gemelos tampoco tienen idea de adónde se ha ido.

Todo lo que los niños podían hacer era adivinar, pero en sus corazones, sentían un leve alivio sabiendo que Gren se había ido. Habían veces en las que habían visto la manera en la que él los miraba.

Si obtenían una onza de alabanza al practicar artes marciales de Kron, sentirían su ira de una u otra manera. Aunque fueran pequeñeces como insultos. Estaba claro que Gren era el único que estaba permitido brillar antes.

En ese momento, todos los niños estaban sentados desayunando juntos. El Señor Kron, para variar, había decidido hacer el desayuno, permitiendo que los niños hablaran y chismearan entre ellos. Pero había una persona que no parecía estar de ánimo, y ese era Simyón.

Levantó el líquido de su sopa en su cuchara y luego la inclinó, permitiendo que volviera a chapotear en su tazón.

—Sabes, es de mala educación jugar con la comida —comentó Raze, sentado justo al lado de él. Se arrepintió de decir esas palabras ya que era una costumbre. Se dio cuenta de que tal vez las mismas costumbres no traspasan diferentes mundos.

—Ah, lo sé, lo sé. Lo siento —respondió Simyón. Era bastante evidente que no estaba siendo él mismo, y era porque tenía mucho en qué pensar.

«Mira a Raze, su hermana está con el médico y él no parece preocupado en lo absoluto. ¿Y qué fue eso de ayer? Hizo todo eso y está actuando como si nada hubiera pasado», pensó Simyón, pero tenía una pregunta aún más grande en su mente.

«¿Qué fue incluso lo que hizo? Quiero decir, ¿cómo fue capaz de vencer a Gren y herirlo tan gravemente? No pude ver qué pasó... solo fue una sensación que tuve de que si no lo detenía en ese entonces, algo malo hubiera pasado. Mierda, lo peor es que ¡eso significa que Raze era en realidad más fuerte que Gren!»

«¿Eso ahora me convierte en el más débil de todo el templo? ¿Cómo se supone que me haga más fuerte? ¿Cómo se supone que incluso entre a la Academia Pagna con este ritmo? ¿Debería preguntarle a Raze? Quiero decir, si fue capaz de derrotar a Gren, entonces debe saber algo, ¿verdad? Pero se siente tan incómodo después de que me regañó ayer».

En realidad, a Raze no le importaba lo que Simyón hizo la noche anterior. Lo importante era que había recuperado sus cristales, y si en realidad hubiera matado a Gren, entonces habría tenido muchos más problemas que resolver.

La razón por la que Raze estaba un poco más callado de lo usual hacia Simyón era que estaba tratando de medir lo que sabía.

—¿Me vio usar magia ayer? Pero entonces, ¿por qué no ha dicho nada? Incluso si no me ha dicho nada a mí, tuvo muchas oportunidades de hablar con el Señor Kron sobre ello anoche. Quizás no vio nada.

—Incluso si vio algo, no entendería lo que vio de todas maneras, pero todavía me molesta —reflexionó para sí. Él sabe lo que le pasó a Gren y aún así no dice nada. ¿Podría ser, está planeando chantajearme?

Ambos se miraron con el rabillo del ojo en ese momento antes de mirar rápidamente en otra dirección.

Finalmente, el desayuno había terminado, y el Señor Kron les había dicho a todos que eran libres de descansar por el día. No había necesidad de hacer quehaceres. Mientras tanto, había invitado a Raze a encontrarse con él en su oficina.

—Quería hablar contigo un poco más sobre tu hermana, Raze —dijo el Señor Kron—. Estoy seguro de que estás preocupado por ella, pero si hay algo de lo que no tienes que temer, es de que Gren vuelva y le haga daño.

—¡Si lo veo, golpearé a ese niño yo mismo y lo enviaré a la facción de la Luz para que se ocupen de él si tengo que hacerlo!

El Señor Kron se había dado cuenta de que se había dejado llevar un poco y se aclaró la garganta.

—De todos modos, lo que quería preguntar es si querías ir al pueblo y ver a tu hermana. No estarías solo; los dos podemos ir juntos. Pediré a Simyón que se asegure de que los niños se queden en el templo por el momento —sugirió el Señor Kron.

Raze inclinó rápidamente su cabeza hacia abajo, no porque estuviera molesto, sino porque necesitaba ocultar la sonrisa que había aparecido naturalmente en su rostro.

—¡Esto es genial! —pensó Raze—. Estaba tratando de pensar en una manera de ir al pueblo para comprar algunos artículos. Si logro poner mis manos en algunos objetos, usando los cristales y mi magia oscura, puedo fabricar lo que necesito para volver a ese portal.

—Cuando lo haga, reuniré aún más cristales esta vez y me convertiré en un mago de 2 estrellas. Después de eso, puedo continuar desde allí y volver a Alteriano, deshaciéndome de todos los Gran Magus!

El plan de Raze se sentía tan perfecto que quería soltar su risa justo ahí, pero se contuvo por temor a que el Señor Kron pensara que estaba loco.

—Por supuesto, señor —respondió Raze—. Vamos a ver cómo está Safa.

—Y a conseguir algunos artículos —murmuró.

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Mientras tanto, en su habitación, Simyón seguía reflexionando sobre varias cosas en su mente.

—Si realmente sigo así, no llegaré a ser nada —se dijo a sí mismo. No estoy exactamente de acuerdo con la visión de Raze, pero puedo ver su punto de vista. Si no preguntas, no recibes, ¿verdad? —Levantándose de la cama, Simyón había encontrado nueva determinación—. Le preguntaré, una manera de volverse más fuerte, y si no quiere enseñarme, siempre puedo chantajearlo con la situación sobre Gren... ¡es perfecto!

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