Gratiana aún recordaba cómo se sentía cuando fue llamada para ver al Oráculo.
Había alcanzado justo su edad de madurez y estaba por convertirse en una Anciana. Era un honor crecer como Anciana y finalmente asumir más responsabilidades dentro de la Comunidad Élfica.
Recordaba cuánta emoción tenía por el momento.
Después de todo, más allá del honor que recibiría por su nuevo nombre, y la responsabilidad que tendría que cargar como Anciana, había una experiencia más por la que cada Joven debía pasar antes de ser oficialmente reconocido como Anciana.
—Encontrarse con el Oráculo.
Era el Oráculo quien daba los nombres; los nombres verdaderos que una Anciana llevaría por el resto de sus vidas. Como tal, los Jóvenes aparecerían dentro del santuario y serían transportados al lugar donde el Oráculo residía.
Nadie sabía realmente dónde estaba.
Sin embargo, todos los que habían recibido esta gloriosa experiencia tenían el mismo testimonio.
—¡Es increíblemente bello!
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