—Despierta, dormilona —la voz de Ian llegó a su lado, en el opuesto de donde su cuerpo estaba volteado, lo que hizo que Elisa lo encontrara junto a ella sobresaltada al pensar que él no estaba en la habitación—. ¿Pensaste que estabas sola? —preguntó Ian, su sonrisa se transformó en una mueca.
—No sabía que estabas aquí —respondió Elisa, porque no podía sentir su presencia—. ¿Cómo haces eso?
Ian pasó sus manos por su cabello, sintiendo la textura del cabello de Elisa. —¿Hacer qué? —preguntó él, ajeno a su pregunta.
—Borrar tu presencia. No puedo sentirte aquí —confesó Elisa. No importa cuán agudos se hayan vuelto sus sentidos, nunca podría suprimir el dique de poder de Ian. Sabía que él había sido una persona única, pero ahora que ella era consciente de sí misma como un demonio, la clara diferencia en la fuerza del poder se hacía evidente para ella.
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