Ian vio cómo el hombre parecía intentar sacudir la cabeza y aflojó ligeramente su mano para que el hombre pudiera respirar antes de apretarla de nuevo y el hombre tartamudeó:
—¡No sé! ¡De verdad que no sé, milord, por favor créame! Conozco al hombre pero no lo maté.
Ian pudo captar el tono de que el hombre decía la verdad, que tampoco sabía quién lo había contratado, y dijo:
—¿Todavía mientes, verdad? Ahora es tuyo —dijo Ian antes de lanzar a Charades hacia Edward—. Si necesitas evidencia para llevártelo Edward, tal vez podrías encontrar una carta escondida en su habitación, tal vez podrías descubrir para quién trabaja para matar a mi jardinero.
Edward frunció el ceño y su mirada chocó con la de Ian, a pesar de que se le había encomendado terminar el trabajo y con pesar buscó el sobre de la habitación de Charades. Allí encontró cómo a Charades le indicaron asesinar a John ya que era el jardinero del castillo de Ian a cambio de dinero.
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