—La roca apartada de su camino, la cabalgata continuaba. Una hora después encontraron un claro para acampar cerca de un arroyo. Olivia estaba tan exhausta que Kaizan no le permitió ir a ningún lado. Ella solo fue al arroyo, se lavó un poco y luego él la hizo cambiar a otra túnica de algodón que había guardado en un zurrón que llevaba consigo en el carruaje.
—La cena les fue servida en sus campamentos. Fiel a lo que Íleo había dicho, durante todo el viaje, a medida que pasaban por un pueblo, la gente salía de sus casas para ver la cabalgata real. Los comerciantes con sus tropas se movían hacia los lados del camino para darles preferencia para seguir adelante. Kaizan estaba seguro de que para entonces todos los pícaros sabían de su viaje a la manada Garra Blanca, y eso le preocupaba aún más.
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