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Balas de Azúcar!

Y lo más importante, ¿quién era ella? Hazel no pudo evitar darle otra mirada. La chica tenía hermosos ojos rojos y cabello dorado. Tenía una piel clara y sin manchas que podía hacer que cualquiera la envidiara. Su figura estaba acentuada por aquel vestido negro que se adhería perfectamente a su cuerpo. Era tan sexy y a la vez modesto que nadie podía apartar los ojos de ella. Era tan hermosa que incluso Hazel tenía dificultades para apartar la vista, pero sus inquietantes ojos decían que también era una vampiro de pura sangre y no una aliada. Sus ojos afilados le recordaban el enojo que siempre estaba presente en los ojos de Escarlata.

—Oh, me disculpo por haber olvidado presentarte a tu nueva familia —dijo Rafael en un tono perfunctorio al notar su mirada inquebrantable en Diana—. Ya has conocido a la tía Escarlata, ella es la hermana menor de mi difunto padre. Ella tiene dos hijos, Damien y Diana. Ambos son tu hermana y hermano desde hoy. Y ese es mi tío, el señor Anthony —Damien soltó una mueca y la evitó, mientras que Diana asintió con la cabeza mientras tomaba otro sorbo de su vino, lo que hizo a Hazel preguntarse cuánto bebían usualmente ya que los había visto comer apenas un bocado de sus platos. Se limitaban a tomar vaso tras vaso de otro vino como si fuera agua y encima con el estómago vacío. El hombre también asintió perfunctoriamente y ella hizo lo mismo.

¿Cómo había podido llamar tan fácilmente a este grupo de bestias sedientas de sangre su nueva familia? ¿Acaso él podía sentir algún calor entre ellos? Pero ella ignoró estos pequeños detalles ya que Edward, el consejero, todavía estaba allí vigilando todo.

—Rafael, ¡tengo sed ahora! —se quejó la chica con una voz coqueta que incluso resultó extraña—. ¿Podrían los vampiros comportarse así también con su propio hermano?

—¡Oh! ¡Olvidé! —exclamó él—. Miró a las sirvientas que inclinaron la cabeza y se pararon detrás de cada uno de los invitados allí presentes, incluso detrás del consejero, y extendieron sus manos. Sin preocuparse mucho por su comodidad, todos tiraron de sus manos acercándolas más a sus cuerpos y abrieron la boca. Sus colmillos salieron y perforaron la suave piel de las criadas y pronto pudo ver su nuez de Adán subiendo y bajando.

—... —el pedazo de pastel que acababa de comer se atoró en su boca mientras tenía dificultades para seguir comiendo mientras todos en la mesa estaban bebiendo sangre directamente de los cuerpos de las criadas—. Sus ojos se fijaron en los rostros de las sirvientas, pero no encontró ninguna incomodidad en ellas. Aun así, no pudo deshacerse de la sensación nauseabunda que se formaba en el fondo de su estómago. No comió nada más y se quedó sentada en su lugar.

Después de unos minutos más, soltaron las manos de las criadas, que inclinaron la cabeza y abandonaron la habitación. Y pronto su lugar fue ocupado por otro grupo de criadas.

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—¿Qué pasa, no es de tu agrado la comida o es una comida ordinaria como la de anoche? —preguntó Damien mientras disfrutaba viendo su rostro pálido.

Ella levantó la cabeza y se dio cuenta de que estaba sujetando el tenedor tan fuerte que sus nudillos se habían puesto blancos. Debía lucir asustada por la escena que acababa de presenciar.

Tosiendo un poco, sacudió la cabeza, —¡No! Ya he comido suficiente. Así que ya no tengo hambre. Se limpió los labios con la servilleta de la mesa y tomó un suspiro de alivio cuando su voz resultó mejor de lo que había esperado.

—Bueno, entonces, ¿hablamos sobre los eventos de hoy? —preguntó Edward y ella levantó una ceja.

¿Habría algún tipo de entrevista o reunión a la cual tenía que asistir después de llegar a su imperio?

No sabía mucho, pero debería haber procedimientos posteriores como ese. ¿¡Verdad?!

Como si leyera sus pensamientos, el hombre rió entre dientes, pero negó con la cabeza.

—No hay nada como una reunión con el consejo. Pero ya que te has quejado de que no tuviste una buena boda, hablé con el consejo.

Han aceptado que tendrás una gran recepción aquí. ¡Te ayudará a hacer contactos y a establecerte! —respondió el hombre con una cálida sonrisa en su rostro. Pero ella sabía que al consejo no le importaba su felicidad ni su comodidad.

Sólo les interesaba que siguiera viva para que el puente entre humanos y vampiros no se derrumbara. Después de todo, estaba construido sobre su propio espinazo.

—Diana está aquí para ayudarte con tus modales y para que reconozcas a algunos nobles de alto rango. También te ayudará a elegir un vestido y otros accesorios.

Y Damien revisará tus lecciones de baile y tu conocimiento sobre el imperio.

Mientras que la Señora Escarlata siempre está aquí para ayudarte. —Hablaba como si fueran demasiado amables y afectuosos y se preocuparan tanto por ella que se ofrecieron voluntariamente para servirla.

—De hecho, Diana incluso se ofreció para ser tu dama de compañía. Es tan buena chica que se ofreció para todo lo que necesitas. —El pensamiento solo le dejaba escalofríos en la piel en vez de sentirse asegurada.

—Oh, es maravilloso que toda la familia esté aquí para servirme. De repente me siento demasiado bendecida por tener una familia tan amorosa y cariñosa.

Entonces, Diana, ¿quieres ser la que me sirva cuando trabaje como emperatriz? —Hazel cambió intencionalmente la palabra dama de compañía por la que me sirve para irritar a la chica y ver su verdadera cara, pero la chica solo sonrió hermosamente.

Se veía más hermosa cuando sonreía de esa manera, pero Hazel sacudió la cabeza ya que no quería dejarse cegar por ello.

—Sí, sería un honor ayudar a la futura gobernante a servir al imperio.

'¡Balas de azúcar!'

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