La reina se sentó en su cama, su cabello un desastre y sus ojos tan rojos que podría salir fuego de ellos. Nunca se había sentido tan impotente antes. El sonido del desbloqueo de la puerta resonó en la habitación, y ella miró hacia arriba, esperanzada por noticias de su liberación.
Cuando Damián entró a la habitación, miró a su alrededor, su rostro mostrando su irritación. Todo estaba o en el suelo o roto. No había argumento sobre a quién había salido el Príncipe Iván.
Desde la primera mirada en su rostro cuando entró, ella supo inmediatamente que él no tenía buenas noticias para ella. Pero no quería creerlo.
—Damián, ¿qué está pasando? ¿Por qué sigo encerrada aquí? —preguntó mientras se levantaba, la desesperación en su voz.
—No he recibido ninguna información con respecto a tu liberación. La corte todavía está considerando las opciones —respondió Damián, su voz calmada y firme.
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