—¿Q-Qué... crees... que estás haciendo? —preguntó Alicia con voz temblorosa mientras intentaba actuar con valentía, aunque en este momento estaba lejos de serlo, y ambos lo sabían.
¿Cuánto tiempo llevaba él en la habitación esperando? ¿Era tan mezquino que la había dejado en el jardín para después venir a esperarla en su cámara? ¿Qué debería hacer? ¿Quizás debería gritar pidiendo ayuda para que Tyra, que estaba afuera esperando, entrara a salvarla? ¿Quién sabe lo que Harold le haría si gritara? No descartaría que le rompiera el cuello, y dudaba que Tyra pudiera salvarla de ese hombre malo.
—¿Qué parece que estoy haciendo, Mi Señora? —preguntó él con un tono burlón, pero sus fríos ojos no parecían divertidos.
—Me... estás lastimando... —se quejó mientras miraba el brazo que él sujetaba con fuerza. Su palma se veía muy pálida y desprovista de sangre.
—¿Estás bien? —preguntó la Princesa Tyra desde fuera de la puerta, para alivio de Alicia.
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