El descontento de Sarah con la escena la llevó a abandonar el jardín, dejando atrás a los niños.
—¿Por qué está enojada Luna? —preguntó uno de los niños, frunciendo los labios en confusión. Los otros niños inclinaron sus cabezas, señalando su propio desconcierto.
Entre ellos, una niña pequeña jadeó, atrayendo la atención de los demás. La rodearon, ansiosos por información. —¿Qué pasa? —le preguntaron.
—¿Y si al Alfa le gusta esa señora de cabello blanco? —reveló ella, abriendo mucho los ojos en busca de respuestas de sus compañeros.
—¡Deja de soñar despierta! Alfa tiene a Luna, ¿por qué le gustaría otra chica? —el niño de antes le dio una palmadita juguetona en la cabeza a la niña, desestimando su idea como un sinsentido.
—¡Ay! —exclamó la niña pequeña, mirándolo con enojo. El resto de los niños asintió en acuerdo, encontrando absurda su sugerencia. Todos habían visto cómo Luna y Alfa cazaban mariposas juntos, así que estaba claro que los afectos de Alfa pertenecían a Luna.
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