—Soy el sirviente guerrero personal del Príncipe Ezequiel —declaró Xenia sin pestañear—. ¡Déjenme entrar ya, pues tengo un mensaje muy urgente para él!
—Muéstranos prueba de tu identificación —preguntó de inmediato el soldado de Valcrez.
Al escuchar sus palabras, Xenia tragó saliva. No tenía absolutamente nada en términos de documentos.
—Lo perdí —mintió con frescura—. Tan solo pregunten al Príncipe Ezequiel. Me está esperando. Díganle que su sirviente guerrero de ojos verdes ha regresado.
Los soldados que custodiaban la puerta se miraron entre sí, pareciendo como si acabaran de escuchar algo estúpido.
Parpadeando ante su reacción, Xenia sintió que algo no estaba bien.
—¿Qué está pasando?
—Me temo que el Príncipe Ezequiel no estará disponible para verte —explicó el soldado—. Ha partido con el resto del ejército de Ebodía.
—Entonces pidan al Rey Stephan —replicó ella—. Su Majestad me conoce.
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