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Las delicadas cejas de Rosalind se fruncieron cuando escuchó el informe de la tercera criada. Suspiró interiormente.
Siempre supo que la teniente se metería en problemas por su temperamento, pero no sabía que sucedería tan rápido. Rosalind entendía que Fraunces era muy arrogante, no solo porque ya era teniente a una edad muy joven, sino que su arrogancia provenía de su padre y su estrecha relación con el Duque.
Pero esas relaciones no funcionaban en todas partes.
—¿Estás segura de que era el Duque de Lonyth? —preguntó—. ¿Qué mala suerte? ¿Acababan de hablar de ese hombre despiadado que provocó una explosión por negocios y ahora... se encontrarían con él accidentalmente?
Pero, ¿qué podía hacer?
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