—¿Quién dice que mi esposo no está embarazado? ¿Y si lo está? ¿Entonces no te estás avergonzando tú mismo mientras me humillas a mí por otro lado? —La señora Lian habló pero, como ahora le faltaban tres dientes, lo hacía con un ceceo que provocaba la risa de muchas mujeres, pero en cuanto la señora Lian oyó que esas mujeres se reían de ella, se volvió a mirar a la multitud que se atrevía a reírse de ella y luego estrechó los ojos con enojo—, ¿se atreven a reírse de mí? ¡Ella les haría pagar, que esperen!
—Mo Qiang, quien estaba abofeteando a la señora Lian, se detuvo y luego se burló antes de preguntar con voz fría:
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