—¿Así que lo hiciste? —preguntó Gertrude mientras Natanael entraba en la sala donde ella estaba cautiva.
—¿A qué te refieres? —preguntó Natanael, confundido por su repentina pregunta.
—Sabes muy bien a lo que me refiero. ¿Fuiste a matar a ese príncipe vampiro para salvar a tu supuesta princesa? La princesa a la que afirmas amar —Gertrude no obtuvo respuesta de Natanael.
Más bien fue a la máquina y la apagó, haciendo que ella levantara las cejas.
—¿Vas a dejarme ir? —preguntó ella. Ahora era su turno de estar confundida, y Natanael se encogió de hombros.
—No tengo ninguna razón para mantenerte aquí. No es como si valieras alguna información. Eres tan inútil para mí como un cuerpo muerto. Entonces, ¿por qué te retendría cautiva? No quiero más sangre en mis manos de la que ya hay. Ya tenemos que hacer un informe sobre por qué atacamos las aguas con sirenas dentro cuando intentábamos proteger a Elliana de ahogarse —Natanael se sentó en su silla y cerró los ojos. Parecía cansado.
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