En el tercer piso del majestuoso castillo, en una amplia habitación de unos 200 metros cuadrados, Urraca despertó entre sábanas de seda. La penumbra reinaba en la estancia, filtrada por las gruesas cortinas que mantenían la luz del amanecer a raya. El suave resplandor del alba apenas se atrevía a colarse entre las telas, iluminando delicadamente el espacio decorado con muebles de madera finamente labrada y tapices ornamentales.
Después de un momento de quietud, Urraca abrió lentamente los ojos, encontrándose con la suave luz que se filtraba entre las cortinas, tiñendo la habitación de una cálida penumbra.
Se estiró con pereza y bostezó, sintiendo el suave roce de la tela contra su piel. Con un suspiro, se sentó en la cama y extendió la mano hacia la mesita de noche, donde reposaba una campana.
Después de un breve momento, Urraca sonó la campana, y pronto la doncella entró con una bandeja que llevaba una taza de leche caliente y el desayuno: dos trozos de pan recién horneado, nueces y dos huevos cocidos cortados por la mitad, sazonados con una pizca de sal.
"Gracias, María. Todo parece delicioso", expresó Urraca con una sonrisa mientras la doncella colocaba la bandeja sobre la mesita junto a la cama.
"Es un placer, señorita Urraca. ¿Hay algo más en lo que pueda ayudarle?", preguntó la doncella con amabilidad.
"No, gracias. Eso es todo por ahora", respondió Urraca, tomando la taza de leche y disfrutando del aroma reconfortante que se elevaba de la bebida caliente.
La doncella se retiró con una reverencia, dejando a Urraca a solas con su desayuno y sus pensamientos.
Mientras saboreaba la leche y las nueces, Urraca se levantó de la cama y se dirigió hacia las pesadas cortinas. Cada sorbo de leche y cada mordisco de nueces eran un pequeño placer en medio de la calma matutina.
Con cada movimiento para abrir las cortinas, Urraca disfrutaba del suave roce de la tela entre sus dedos, dejando que la luz del día inundara la habitación. Mientras lo hacía, su mirada se deslizaba por la ventana, contemplando los jardines tranquilos y los terrenos extensos que rodeaban la fortaleza. El aire fresco y el canto de los pájaros llegaban hasta ella, trayendo consigo una sensación de serenidad y tranquilidad.
Urraca disfrutaba de estos momentos de calma antes de comenzar su día, saboreando cada instante de paz y belleza que el nuevo día le ofrecía.
Una vez que hubo disfrutado lo suficiente de la vista, dejó la taza en la bandeja y se sentó a comer los huevos y el pan, deleitándose con los sabores y la textura reconfortantes de su desayuno.
Finalmente, después de terminar su desayuno, bebió toda la leche que le quedaba en la taza.
Con un suspiro de contento, depositó la taza vacía en la bandeja y se levantó de la cama.
Urraca tocó la campanilla, llamando la atención de los sirvientes. Con prontitud, estos acudieron a su llamado.
"Por favor, preparad el baño para mí. Necesito refrescarme antes de comenzar el día", solicitó Urraca con amabilidad.
"Por supuesto, señorita Urraca. Lo haremos de inmediato", respondieron los sirvientes con deferencia.
"Gracias. Apreciaría mucho vuestra prontitud", expresó Urraca con gratitud.
Los sirvientes asintieron con diligencia y se retiraron para cumplir con la petición de Urraca.
Después de dar las instrucciones a los sirvientes, Urraca se levantó de la cama y se dirigió hacia una de las puertas que adornaban la habitación.
Con gracia y elegancia, abrió la puerta y reveló un espacioso armario que ocupaba toda la estancia, aproximadamente unos 40 metros cuadrados. Este armario, ricamente decorado y tallado en madera de roble, albergaba todas las prendas y accesorios necesarios para vestirse.
Urraca entró en el armario con paso decidido y comenzó a examinar las diferentes opciones de vestimenta que colgaban cuidadosamente organizadas. Entre las telas finas y los bordados elaborados, encontró una vestimenta adecuada para la ocasión: un vestido de corte sencillo pero elegante. Con cuidado, lo extrajo del perchero y lo colocó sobre una silla cercana.
Luego, dirigió su atención hacia los zapatos. Dentro del armario, en un estante inferior, reposaban varios pares de zapatos finamente confeccionados, cada uno con su propio encanto y estilo. Urraca los examinó detenidamente, sopesando la comodidad y la elegancia de cada par.
Finalmente, seleccionó un par de zapatos de cuero negro adornados con pequeñas incrustaciones de oro, que complementaban perfectamente su atuendo.
Con la ropa en mano, Urraca salió del armario y caminó de regreso hacia la cama. Con movimientos gráciles, dispuso la vestimenta sobre las suaves sábanas de seda, asegurándose de que quedara perfectamente colocada.
Con paso firme, Urraca se dirigió hacia otra puerta en la habitación, la que conducía al baño.
Al abrirla, reveló un espacio lujoso y funcional: el baño. El suelo de baldosas blancas reflejaba la luz que se filtraba por una pequeña ventana, mientras que el techo de piedra ofrecía una sensación de solidez.
En una esquina, una bañera de mármol invitaba al descanso, mientras que el váter de cerámica se alzaba sobre una caja de madera, ocultando discretamente los desechos.
Además, en un rincón del baño se encontraba un armario pequeño, adornado con mármol en su parte superior.
En su interior, se guardaban toallas de lino y lana, de unos 20x20 cm, destinadas a la higiene personal después de utilizar el váter. Junto a ellas, se hallaban toallas más grandes, peines y otros utensilios de aseo.
En la parte superior del armario, cuatro recipientes con tapa contenían ceniza, aceite de oliva y aceites aromáticos, respectivamente. Un cuarto recipiente vacío, junto con una cuchara de madera, aguardaba para ser utilizado en la preparación de un jabón casero.
Después de adentrarse en el baño, Urraca se acercó al váter, se quitó la ropa y se sentó para cumplir con sus necesidades matutinas.
Una vez terminado, abrió el armario pequeño que descansaba al lado del váter y extrajo una de las cajas que contenían las toallas pequeñas de lino y lana, de unos 20x20 cm.
Tomó varias toallas y procedió a limpiarse. Una vez completada la tarea, arrojó la toalla usada en el váter.
Urraca procedió a levantarse y ponerse la ropa. Mientras esperaba a que las criadas prepararan el baño, decidió hacer el jabón. Así que tomó las cenizas, el aceite de oliva y los aceites aromáticos de rosa del armario. Vertió una cucharada de cada uno en el recipiente vacío y, con cuidado, los mezcló con una cuchara de madera hasta obtener una mezcla homogénea.
Al examinar la mezcla, notó que era un poco escasa. Decidida a obtener la consistencia deseada, añadió dos cucharadas más de cada ingrediente y volvió a mezclar con determinación hasta lograr la textura perfecta.
Una vez que terminó de mezclar, justo cuando estaba a punto de cerrar el recipiente, escuchó un suave golpe en la puerta de la habitación. Sin perder tiempo, Urraca gritó:"Adelante"
Al abrir la puerta del baño, Urraca se encontró con la escena que había anticipado previamente. Las 16 criadas ingresaron con los 8 barriles de unos 25 litros cada uno, tal como había solicitado a los sirvientes con anticipación. Sin perder tiempo, Urraca les dio paso, dejando espacio suficiente para que pudieran llevar a cabo su tarea.
Las 2 criadas cogieron un barril de agua caliente y procedieron a echarlo en la bañera, donde el líquido transparente llenaba la estancia con un vapor reconfortante.
Con una mirada entre ellas, una de las criadas indicó a las demás que les pasaran los otros barriles para continuar llenando la bañera.
Rápidamente, las criadas se organizaron para llevar los barriles restantes y verter su contenido en la bañera, garantizando así que el agua estuviera en la temperatura adecuada para el baño de Urraca.
Con movimientos coordinados y precisos, el baño se llenaba lentamente, creando un ambiente de relajación y confort para la señorita Urraca.
Urraca: ¿Está todo listo para mi baño, María?
María: Sí, señorita Urraca. Hemos preparado el agua caliente y todo está dispuesto en el baño.
Urraca: Perfecto, gracias. ¿Podrías traerme también un libro? Me gustaría leer mientras me relajo en la bañera.
María: Por supuesto, señorita. Traeré uno de sus libros favoritos de la biblioteca.
Urraca: Gracias, María. Eres muy amable.
María: Es un placer servirle, señorita Urraca. ¿Hay algo más en lo que pueda ayudarle?
Urraca: No, por ahora eso es todo. Puedes dejarme sola para que pueda disfrutar de mi baño en paz.
María: Entendido, señorita. Disfrute de su baño.
Urraca observó con satisfacción cómo las criadas continuaban llenando la bañera con agua caliente. Una vez que estuvo seguro de que todo estaba en orden, se volvió hacia el armario pequeño y extrajo una toalla grande y esponjosa, perfecta para envolverse después del baño.
Con pasos suaves y elegantes, se acercó a la bañera y dejó caer la toalla al borde. Con un suspiro de anticipación, comenzó a desvestirse lentamente, liberando su cuerpo del peso de la ropa y dejando que la tela se deslizara suavemente por su piel.
Una vez desnuda, dejó que la sedosa superficie del agua acariciara su piel, envolviéndola en un abrazo cálido y reconfortante.
Con un suspiro de alivio, Urraca se sumergió lentamente en la bañera, dejando que el agua caliente abrazara cada centímetro de su cuerpo. Un escalofrío de placer recorrió su columna vertebral mientras se hundía más profundamente en la suave ensoñación del baño.
El vapor ascendente envolvía la habitación, creando un ambiente de serenidad y tranquilidad, cerró los ojos y se dejó llevar por la sensación de bienestar que la inundaba, disfrutando del lujo y la comodidad de su entorno.
Durante un tiempo que pareció eterno, se entregó al placer del agua caliente, permitiendo que sus preocupaciones y tensiones se desvanecieran en el vapor reconfortante. Solo existía ella, el baño y la sensación de completa relajación que la envolvía.
Finalmente, con un suspiro de satisfacción, Urraca decidió que era hora de salir del agua.
Con movimientos suaves, se levantó de la bañera y dejó que las gotas de agua resbalaran por su piel, creando pequeños destellos bajo la luz del baño.
Con paso elegante, se dirigió hacia el armario donde había preparado la mezcla antes. Con cuidado, tomó el recipiente con la mezcla de cenizas, aceite de oliva y aceites aromáticos de rosa que había preparado con anterioridad.
Con manos expertas, comenzó a untarse la mezcla por todo el cuerpo.
Después de untarse la mezcla por todo el cuerpo, se volvió a sumergir en el agua caliente de la bañera. Con movimientos suaves y circulares, comenzó a frotarse delicadamente, asegurándose de que la mezcla se distribuyera uniformemente sobre su piel.
El aroma embriagador de los aceites aromáticos llenaba el aire, creando una atmósfera de tranquilidad y bienestar. Urraca cerró los ojos y se dejó llevar por la sensación de relajación que la envolvía, disfrutando del suave roce del agua y la mezcla sobre su piel.
Con cada frotamiento, la mezcla se iba aclarando y desprendiendo de su cuerpo, llevándose consigo las impurezas y tensiones acumuladas, podía sentir cómo su piel se volvía más suave y tersa con cada movimiento, rejuvenecida por los beneficios de los ingredientes naturales.
Después de unos minutos de frotarse y aclararse, decidió que era suficiente. Con un suspiro de satisfacción, se levantó de la bañera y dejó que el agua resbalara por su cuerpo, llevándose consigo los últimos restos de la mezcla.
Con pasos ligeros, salió de la bañera y se envolvió en la toalla esponjosa que había dejado cerca. La sensación de calor y limpieza la envolvía, dejándola renovada y revitalizada para enfrentar el día que tenía por delante.
Después de secarse con la suave y esponjosa toalla, Urraca se envolvió en ella y salió del baño.
Con pasos ligeros y elegantes, se acercó a la cama donde había dejado cuidadosamente dispuesta su ropa. Tomó cada prenda con delicadeza, apreciando la suavidad de los tejidos y la elegancia de los diseños.
Con movimientos precisos, se vistió con el mismo cuidado y atención al detalle que había mostrado al elegir su atuendo. El vestido caía con gracia sobre su figura, resaltando su elegancia natural, mientras que los zapatos se ajustaban perfectamente a sus pies, proporcionando comodidad y estilo a partes iguales.
Después de vestirse con elegancia, salió de su habitación y se dirigió hacia donde estaba María, la sirvienta de confianza que siempre estaba al tanto de las necesidades de la casa.
"María, ¿ha llegado alguna carta hoy?", preguntó Urraca con curiosidad mientras se acercaba a la doncella.
María asintió con una sonrisa, indicando que sí. "Sí, señorita Urraca. Ha llegado una carta hace unas horas.
Urraca asintió para confirmar que había escuchado a María y luego se encaminó hacia la oficina con paso decidido.
Al llegar a la puerta de la oficina, detuvo su avance por un momento y dirigió su mirada hacia el buzón que había al lado.
Este buzón era el lugar donde los sirvientes depositaban las cartas y mensajes importantes para ella.
Urraca notó que la carta que María mencionó estaba en el buzón junto a la puerta de la oficina. Con una ligera sonrisa de anticipación, tomó la carta y la examinó brevemente antes de entrar en la oficina para leer su contenido con atención.
Después de abrir la puerta, ingresó en la oficina, encontrándose con una estancia iluminada por la suave luz que se filtraba por pequeñas ventanas.
Dominando el espacio, una gran mesa de roble, robusta y desgastada por el uso, ocupaba el centro de la habitación. A ambos lados de la mesa, cajones de madera envejecida guardaban meticulosamente documentos importantes, mientras que en el lado derecho, pluma, tinta y papel aguardaban ser utilizados.
En una de las paredes, un imponente retrato del dueño de la fortaleza observaba silenciosamente la actividad que tenía lugar en la habitación. Frente a él, un par de estanterías abarrotadas de libros antiguos, pergaminos y mapas desplegados se alzaban desde el suelo hasta el techo, testigos mudos de los numerosos conocimientos y secretos que guardaban.
En un rincón, una sencilla cama con mantas desgastadas y una almohada deslucida indicaba que esta habitación no solo servía como lugar de trabajo, sino también como refugio ocasional para el propietario, cuando las tareas se prolongaban hasta altas horas de la noche. El aroma a madera vieja y papel impregnaba el aire, mezclado con el sutil olor de la tinta fresca y el polvo de los libros.
En resumen, la habitación era un santuario de conocimiento y actividad, donde los secretos se guardaban celosamente entre las páginas de los libros y los pergaminos, y donde los planes y estrategias se trazaban en los mapas extendidos sobre la mesa de roble. Era un lugar de trabajo y descanso, donde el propietario encontraba paz entre la agitación del mundo exterior.
Urraca se acercó a la mesa de roble y tomó asiento en la silla que estaba frente a ella. Con manos delicadas, tomó la carta que había recogido del buzón y la examinó brevemente antes de romper el sello con cuidado.
Con una mezcla de curiosidad y anticipación, desplegó el papel y comenzó a leer el contenido con atención. Sus ojos recorrieron las líneas con rapidez, absorbiendo cada palabra con detalle mientras su mente trabajaba para comprender el significado de lo que estaba escrito.
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Querida Urraca,
Espero que esta carta te encuentre bien y con buena salud. Quisiera informarte sobre la situación actual en el reino. Hasta el momento, no hemos iniciado ninguna guerra a gran escala, pero ha habido varios enfrentamientos en pequeña escala en diferentes regiones. Estamos trabajando diligentemente para mantener la paz y la estabilidad en el reino, pero debemos permanecer vigilantes ante cualquier amenaza potencial.
Además, tengo noticias que pueden resultar de interés para ti. Hace unos años, mientras paseaba por el territorio de uno de mis vasallos, me enteré de un acontecimiento extraordinario.
Resulta que acababan de dar a luz a unas gemelas, y al enterarse de su nacimiento, me preguntaron si estaría interesado en tenerlas como sirvientas personales de Sancha y de mi futuro hijo cuando fueran más mayores.
Estas gemelas, cuyos nombres son Emma y Agnes, llegarán al castillo entre 1 y 3 meses a partir de la fecha de esta carta. Espero que las recibas adecuadamente y que puedan integrarse sin problemas en su nueva posición.
Por favor, manténme informado sobre cualquier novedad en el castillo y cualquier otra información relevante que consideres importante. Estoy siempre disponible para ti y para cualquier ayuda que necesites.
Con afecto,
Raimundo