En este momento, Lu Heting quería ser infantil. Quería ser como un niño al que no le regalan su juguete favorito y no quiere nada más. No quería ser razonable.
Parecía que cuanto más decidido estaba, más esperanzas había de salvar esta situación.
Su Bei sostuvo sus anchos hombros y lo consoló con voz baja.
Después de un rato, Lu Heting la soltó, le entregó ropa y dijo —Ya es casi la hora. Desayunemos primero, luego iremos al hospital.
Mientras Su Bei se cambiaba, él estaba empacando las cosas que ella necesitaría en el hospital más tarde. Siempre solía estar lúcido, por lo que siempre sabía qué hacer. Esta vez, estaba tan distraído que continuaba olvidando cosas.
Lu Heting se obligó a calmarse. Ahora que Su Bei lo necesitaba, era el momento de asumir la carga de su familia. No debía hacer que ella se preocupara.
Cuando terminó de cambiarse, la tomó en sus brazos y abrió la puerta.
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