—Lucien caminaba a casa, su mente perdida a lo lejos. No sabía qué había escrito el viejo a sus hermanos, pero la tarea que el hombre le había dejado le comía por dentro. Sólo él era el que sabía cuán vasta había sido la cartera financiera de su abuelo, que había podido financiar a tantos de sus parientes. Como su asesor financiero, también comprendía que a veces había invertido en nombre de otras personas. Y había logrado cerrar esas cuentas. Todas excepto una.
—Mientras que Elijah Frost había hecho todas sus legados claros en su testamento, dejando a todos saber sobre sus ganancias y pérdidas, le había dejado una responsabilidad a él. Era un solo nombre y un número de cuenta, donde debía depositar dinero cada año. Una cantidad considerable durante los próximos diez años.
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