A mediodía, Oriana despertó tras una larga siesta. Fue Arlan quien le presentó su comida, alimentándola delicadamente mientras ella permanecía en silencio, su mirada nunca encontrándose con la de él. Ella acató, consumiendo la comida que él le ofrecía sin decir una palabra.
—¿Hay algo más que requieras? —preguntó Arlan, retirando la bandeja vacía de la mesita de noche.
La atención de Oriana seguía fija en el mundo más allá de la ventana, sin ofrecer respuesta.
—¿Quizás un paseo por el jardín sería refrescante? —sugirió él, intentando involucrarla.
No obstante, su silencio persistía. Sin dudarlo, Arlan ajustó gentilmente la manta sobre sus piernas hasta la cintura, asegurándose de que estuviese protegida del frío. Entendía que su actual alejamiento emocional podría ser simplemente el precursor de mayores desafíos una vez que recuperase su plena fuerza.
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