—Señora Ria, ¿puedo tener el honor de invitarla a bailar conmigo? —preguntó Arlan antes de que cualquier otro hombre pudiera dar un paso en su dirección.
Oriana quedó desconcertada. Seren le había dicho que sería de mala educación rechazarlos, por eso planeó aceptar solo una vez, luego inventando alguna excusa sobre su zapato o tobillo para la siguiente invitación. Sin embargo, no esperaba que de todas las personas, fuera Arlan quien le pidiera su primer baile.
El terror y el pánico comenzaron a apoderarse de su valor, sus manos se enfriaban de inquietud.
Bailar con Arlan significaba tener contacto físico con él, y estando tan cerca, temía que la reconociera. Los engranajes en su cabeza comenzaron a girar, intentando encontrar una excusa decente.
—Su Alteza, mis más sinceras disculpas. No puedo dejar el lado de la Reina ya que Su Majestad se siente cansada. Como su dama de compañía, no me atrevería a dejarla desatendida.
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