Si ese no fuera el caso, ¿por qué tendría que quedarse sin otra opción que acudir a Qiao Nian?
Qiao Weimin estaba de muy mal humor y quería seguir persuadiéndola.
¿Quién hubiera esperado que el teléfono móvil de Qiao Nian sonara de repente?
Miró la pantalla.
Era Gu San.
Recordó que el pequeño quería que fuera al hospital antes. Sus ojos se ablandaron y ya no le importaba hablar más con ese hombre. Se hizo a un lado y contestó la llamada.
—Hola. Estaré allí pronto.
—No, Señorita Qiao, ¡el P-Pequeño Joven Maestro está en problemas! —exclamó Gu San.
Qiao Nian había estado haciendo señas a un taxi casualmente cuando se quedó atónita por esas palabras. Sospechó que lo había escuchado mal. —¿No está Chen Chen en el hospital ahora? ¿Qué pasó, tiene problemas de estómago?
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