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Por la noche, descubro que tenían razón. Me ha vuelto a llamar. Jiao me acompaña a ver a Da Ting. Quien me sirve té. Parece un poco incómoda. ¿Quizás no sabe de qué hablar? Bien, lo intentaré. Se lo prometí. Y la verdad es que me da un poco de pena. Es muy amable. Solo que algo insegura, o tímida.

–La verdad es que no sé mucho de té, pero está bueno. Las pocas veces que lo he probado, no se podía comparar a este– aseguro.

Por no hablar de que el primero que hizo Ma Lang estaba muy aguado. El segundo, quemado. El tercero, se podía beber, pero estaba amargo y no tenía mucho sabor. Sigue practicando. Soy uno de sus sufridos catadores. Como compensación, tengo sus suaves pechos.

–Este té es uno de los mejores que pueden comprarse en la ciudad. Tiene un sabor suave, y es bueno para la circulación del qi– me explica.

–Oh. Debe de ser muy caro. ¿Está bien dármelo?– pregunto, un tanto preocupado.

Solamente soy un estudiante. Un exesclavo. Por lo que dice, tiene pinta de ser valioso.

–¡No seas como ellas! ¿Sabes lo que me costó convencerlas? ¡El té es para tomarlo en compañía! Y así tengo una excusa para beberlo– asegura, un tanto irritada.

Creo que lo último lo dice para que no me sienta culpable. Pero eso no significa que no pueda bromear un poco. A ver si se relaja. Está un poco tensa.

–Así que me usas como excusa para beber té. Ya veo, ya veo– intento parecer artificialmente enfadado. Lo exagero para que quede claro que es una broma.

–Claro. El problema es que no vienes lo suficiente. Debería darte vergüenza. A veces quiero tomar té, y no estás para servirme de excusa– me sigue la broma.

Vaya. Tiene más sentido del humor del que creía. Un poco de confianza y se ha relajado. Me sigue la broma. Es bueno.

–Podrías contratarme. ¿Cuánto cobran los excusistas de té?– pregunto inocente.

Ella se ríe. Tose.

–¡Casi me atraganto por tu culpa!– me acusa, aunque sonríe.

–Mientras no se lo digas a ellas. Me torturarán si se enteran– me hago el aterrado.

–Mmm. No sé, no sé– hace como si dudara.

Parece divertirse. Bueno, la verdad es que es una niña. Una niña forzada a ser la discípula principal de la maestre ilusoria. Debe de tener bastante presión.

–Dime, ¿es difícil hacer té?– pregunto.

–Bueno, hay ciertos rituales. Pero aún no les he aprendido. Por ahora, solo me preocupo de que hierva a la temperatura y tiempo adecuados. Mi maestra sabe mucho más, así que me lo dice de antemano– confiesa.

–¿Rituales? Vaya, es más complicado de lo que parece.

–Sí. Verás…

Al final estoy casi una hora con ella. Hasta que se da cuenta y casi me echa. Preocupada de hacerme perder mucho tiempo. Tengo que tranquilizarla. Asegurarle de que solo me cortarán a trocitos por tardar tanto. Se ríe.

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–Bien hecho. Demasiado bien. Has estado casi una hora– se sorprende Jiao.

–Bueno, es lo que tiene hablar del té– me encojo de hombros.

–Oh, buena elección. Espero que no haya sido aburrido– se preocupa.

Creo que teme que me haya forzado a hablar con ella. Que pueda tener una mala impresión, quizás aborrecerla. La verdad es que no. He estado muy atento. Tengo que contarle todo lo que pueda a Ma Lang.

–Qué va. Es divertida cuando se relaja un poco. Tiene sentido del humor– alabo a su dueña.

Me mira. Me sonríe. ¿Por qué no sonríe siempre? No puedo evitar detenerla y besarla.

–Ah, para, nos podrían ver…– se separa con timidez.

–Vale, vale. Seguiremos dentro– la amenazo.

Me saca la lengua. Se va un poco más rápido. La sigo. Abre y la puerta y entra corriendo.

–Socorro, me persigue– pide ayuda.

Pero es demasiado tarde para ella. Consigo agarrarla de la muñeca. Atraerla hacia mí. Besarla.

–¡Eso es hacer trampa!– protesta su hermana.

–¡No es tu turno todavía!– se queja Dandan.

–¡Se ha colado!– la critica An.

–Ya le haremos pagar…– amenaza Sai.

Todas sonríen. Bromean. Lo cual no nos salva de que nos ataquen. Nos desnuden. Me besan. Ella recibe cosquillas.

No es hasta una primera ronda que Jiao les explica que he estado una hora dentro. Me interrogan. Solo les digo que hemos hablado un poco de té.

–Si queréis saber más, preguntarle a ella– intento escabullirme.

–Eso haremos.

–No se va a escapar.

–Lo va a confesar todo.

Lo dicen en serio. Parece que su relación con Da Ting es más estrecha de lo que creía. Sus amenazas son sin malicia. Como si se tratara de otra de ellas. De una amiga querida. Quizás una hermana pequeña. Bueno. Mis mejores deseos. Suerte.

Las tres hermanas están a punto de subir de nuevo. Suben una etapa cada dos meses. La mitad que yo. Pero muy rápido de todas formas. Lástima que sea solo para Génesis. No saben como será después. Pero sí que ya no serán esclavas.

–¿Os olvidaréis de mí?– les pregunto.

–¿De ti? ¿Y tú quién eres?– bromea An.

–¿Quién lo ha dejado pasar?– sigue Dandan.

–Creía que lo conocíais– se disculpa Jiao.

–No debes dejar entrar a extraños– le regaña su hermana.

–Yo nunca te olvidaré– me besa Sai, afectuosa.

–¡Tramposa! Yo también quiero.

–Aprovechada…

No tardamos en empezar la segunda ronda. Consigo la ayuda de las demás para inmovilizar a Sai. Que gime excitada a pesar de llamarnos traidores a todos. Luego no duda en colaborar con la demás contra Dandan. Y así con todas.

La siguiente, me agarran a mí. Supongo que era de esperar. No puedo más que mirarlas moverse eróticamente sobre mí. Que insertarles qi cuando bajan sus caderas. Que devolver sus besos. Que disfrutar de su esfuerzo.

Las disfruto a cuatro patas. De cara. Sentado. De pie. En la cama. Contra la pared. Más brusco. Más dulce. Acariciando toda su suave piel. Devorándolas. Siendo devorado. E incluso por la mañana, añadimos una ronda más "de despedida".

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Sigo entregando brazaletes. Copiando manuales. Hay que decir que mi relación con mis compañeros ha mejorado. A pesar del precio, me están agradecidos. Les facilita hacer más copias. Y siempre hay copias por hacer. Los manuales se estropean del uso.

De hecho, nos limitan el número para que podamos cultivar. Hay necesidad siempre de más. Hay algunos cuadernos que parecen caerse a pedazos. Habría que sustituirlos antes.

Ha sido un día tranquilo. Sin contar que Yu ha cambiado el crep de su hermana por uno picante. Y que esta le ha hecho comer uno dulce con extra de azúcar.

Ai ha venido hoy. Ha estado muy cariñosa. Se ha quejado de que un par de estudiantes la han molestado. Aunque no ha ido a más. En el pasado, hubieran abusado de ella sin consecuencias. Aunque eso no impide que yo quiera darles su merecido. Quizás por eso no me dice más. Solo me besa.

No mucho rato después de irse, llaman a la puerta de nuevo. Oh, es Pen. ¿Qué querrá?

–Hola, ¿qué te trae por aquí?– la recibo.

Es raro. Normalmente hubiera entrado. Y me hubiera besado. Parece inquieta. Se retuerce una manga con la mano contraria.

–¿Puedo quedarme hoy? Si no estás ocupado. No quiero molestar– me pide.

–Nunca molestas– le aseguro, agarrándola de la cintura y haciéndola entrar –. ¿Pasa algo con Huan?

Es raro que la deje sola. ¿Se habrán peleado? Aunque me resulta difícil de creer. Huan es muy dócil con Pen. La obedece en todo.

–Se ha ido a las cuevas a atacar la etapa tres– me explica.

Oh. Ya veo. Así que es eso. Se me había olvidado que le faltaba poco. Sin duda, se siente sola. 

–Si no queda más remedio, tendré que hacer un gran esfuerzo y ocuparme de ti– bromeo –. Pero no pienses que voy a hacerlo gratis.

La beso. Sobo sus nalgas. Aprieto su cuerpo contra el mío. Noto su voluminoso pecho apretándome.

–¿Y cuál es el precio?– me pregunta seductora cuando nuestros labios se separan.

–Tú– le respondo.

Ella sonríe. Toma la iniciativa de volverme a besar. De alguna forma, se acaba sentando sobre mí en la cama.

–Parece que hace siglos que no estábamos solos.

–Tendremos que aprovecharlo– le beso en el cuello.

Ella gime. Mientras desabrocho su vestido por detrás. Colabora en quitárselo. Me mira.

–¿Te gusta?– me pregunta insinuante.

Lleva una de las lencerías atrevidas que se probó hace unos días. Es negra. Traslúcida. El sostén tiene motivos florales. Realza sus pechos. Haciéndolos aún más sugerentes si cabe. Las bragas son similares. Dejando entrever su vello púbico. Su hendidura. Con apenas una tira alrededor de sus caderas para sujetarlas.

Lleva medias que le llegan hasta justo por encima de las rodillas. Ocultando sensualmente sus piernas. Insinuándolas.

–Eres preciosa– le aseguro.

No le quito la ropa interior. Se la dejo puesta. Saboreo la parte de arriba de sus pechos. Sus bragas son tan solo apartadas a un lado. Descubriendo la ranura que su vello púbico rubio no es capaz de ocultar.

Ella no tiene prisa por quitarme la ropa. Se queda sentada sobre mí. Besándome. Disfrutando lentamente de mis caricias. De mis besos. Solamente se levanta para quitarme los pantalones y la ropa interior, un rato después. Se sienta otra vez sobre mí.

Una de sus manos tienta mi miembro. Acariciando con suavidad la punta. Mojándose los dedos sensualmente en sus labios para cogérmelo con cuidado. Con lujuria. Su otra mano me acaricia la cara. Para pedirme otro beso.

Las mías recorren sus nalgas. A veces metiéndose entre la cinta que sostiene sus bragas translúcidas. O recorriendo su espalda. En ocasiones, llegan a sus mejillas.

Sus pechos a menudo se aprietan contra mí. Su sostén es suave. Lo que guardan, mullido, tentador.

Cuando me introduce en ella, ya hace rato que está mojada. Se mueve con suavidad. Aunque hasta el fondo cada vez. Con lujuria. Sin dejar de besarme. Su otra mano, en mi espalda. A veces, en mis nalgas. Recorriendo mi cuerpo. Que se entrelaza con el suyo.

Puedo olerla. Sentirla. Saborearla. Por fuera y por dentro. Disfrutar de su vagina y su boca. De la suavidad de su piel. Que se frota contra la mía. Es realmente sensual. Erótica. Sugerente.

Cojo uno de sus pechos. Metiendo la mano por debajo del sostén. Estrujándolo con mimo. Con qi.

Ella tira la cabeza hacia atrás. Gime por el placer que converge de su pecho, de su vagina. Desde mis dedos. Llegando al clímax. Llevándome a mí.

Nos abrazamos. Su cabeza sobre mi hombro. Mis manos en su espalda. Las suyas en la mía.

Disfrutamos de nuestra calidez durante unos minutos. Hablamos en susurros. Luego nos separamos. Nos sonreímos.

–Más– me susurra su petición.

Se deja caer sobre la cama. La beso. Le desabrocho el sostén. Se lo quito. Descubriendo sus preciosos pechos. Ligeramente mayores que los de Song. Con su aureola sensiblemente más grande.

Los beso. Los muerdo. Ella gime de placer. De excitación. Mientras bajo. Hasta su ombligo. Hasta sus caderas.

Con suavidad, pongo mis dos manos sobre los lados de sus bragas. Las bajo poco a poco, descubriendo su rincón más oculto. El que he estado antes penetrando.

La miro cuando salen por sus pies. Ella me devuelve la mirada con deseo. Le saco las medias. Una a una. Poco a poco. Acariciando sus piernas. Con mis manos rodeándolas. Llenándolas de qi.

Luego me incorporo. Me inclino sobre ella. Que ha abierto las piernas para recibirme. Expectante. Ardiente. El claro marrón de sus ojos parece brillar con deseo. La peca bajo su labio parece pedirme un beso.

Volvemos a unirnos. A besarnos. Empiezo despacio. Acelero. Siendo intenso. Pero no salvaje. Recorriendo toda la extensión de su vagina. Disfrutando de sus mullidos pechos. Acariciándolos. Estrujándolos. Recorriendo su cuerpo. Sus nalgas. Sus piernas. Sin dejar de bombear dentro de ella. Sin dejar de besarla. Sin dejar de amarla.

Me mira fogosa durante cada orgasmo. Con la boca entreabierta. Con su cuerpo temblando. Con su interior apretándome. Hasta que vuelvo a llenarla.

Me sonríe. Me besa. Se acurruca junto a mí. La abrazo. Dejo que se duerma poco a poco. Mimándola. Sintiéndome culpable una vez más por no contarle todo. Y más cuando las llamo.

–Es Pen. ¿Qué ha pasado?– le acaricia Liang el pelo.

–Fen Huan está intentando superar la etapa dos. Se sentía sola– le explico.

–Siempre ha sido así. Recuerdo que le daba miedo dormir sola de noche– sonríe Shi.

–Más te vale haberla tratado bien– me amenaza Song.

No lo dicen. Pero ellas también se sienten culpables. La decisión de no raptarlas fue de todos. Ellas también quieren volver a hablar con ella. Reír con ella. Pero por ahora, no es tan fácil. Además de que Huan se sentiría muy sola. Si se dejan, algún día me las llevaré a las dos. Y al resto. A todas.

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