Robin forzó una sonrisa para calmar sus nervios, sin querer que Sabrina se preocupara por nada en su estado.
Rápidamente cogió su teléfono y dijo —No entiendo lo que dices, tío. La red parece ser terrible aquí. Deja que salga de la habitación a ver si mejora.
El general entendió que Robin estaba con Sabrina e intentaba encontrar una excusa para salir. Respondió —De acuerdo.
Al bajar el teléfono de su oído, Robin se dio cuenta de que seguía en calzoncillos y las empleadas estaban dormidas. Decidió no ponerse ropa antes de voltear hacia Sabrina y decir —Mi reina, por favor dame unos minutos. Pido disculpas.
Sabrina suspiró, la decepción brillando en sus ojos. Sin embargo, sabiendo que ambos teléfonos habían permanecido en silencio durante todo su viaje en París, accedió a regañadientes.
Era el fin de semana, y no querían interrupciones. Esta llamada pudo haber echado a perder todo para ellos y acortar su viaje.
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