En la espaciosa sala de estar.
Monica estaba congelada mientras sostenía su teléfono.
Finn no mostraba expresión. Pasó fríamente junto a ella y fue a buscar medicina en la caja de medicinas que estaba en la esquina de la sala de estar.
—Monica. —La voz de Miguel la llamó nuevamente—. Parecía haberla llamado varias veces.
Monica volvió en sí. —Estoy aquí.
—¿Qué pasa?
—Nada. —dijo Monica—. Se está haciendo tarde. Debes salir temprano del trabajo. No retrases tu cena, es fácil que te den problemas estomacales.
—De acuerdo.
—Entonces colgaré.
—Adiós.
—Adiós.
Monica colgó el teléfono.
En ese momento, Finn se acercó a ella con una pastilla en la mano.
De pie frente a la isla de la cocina con el calentador de agua junto a ella, Finn tomó su taza especial y bebió el agua tibia.
Monica miró su fría expresión y frunció el ceño. —¿Te encuentras mal?
Finn tomó la medicina pero no respondió.
—¿No eres médico? ¿Cómo puedes enfermar? —Monica frunció el ceño.
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