El tiempo pasó. Los bebés cumplieron tres meses y por fin cabían en ropa de recién nacido. Los días de Keeley consistían en leerles, bañarlos, alimentarlos y cambiar innumerables pañales.
Aaron aún no había depuesto a su padre porque no sabía qué hacer con Lacy Knighton. Hizo que Aiden dejara todos sus otros trabajos solo para investigar cada aspecto de la vida de ella y tratar de encontrar algo sucio que pudiera usar sin éxito.
El verano había llegado y la fiebre de encierro de Keeley era real. Aparte de sacar a hurtadillas a los bebés para citas médicas mientras Aaron estaba trabajando, no salía de casa.
Los comestibles eran entregados o comprados en la tienda de conveniencia de abajo. Para no volverse loca, pasaba mucho tiempo en las terrazas. Sacaba a los bebés en sus mecedoras y los ponía bajo la sombra de las sombrillas mientras trabajaba en plantar un jardín en la azotea.
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