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La manada — Parte 1

—Liam, necesito decirte algo muy importante... Estoy frente a la casa de Matthew

Logró escuchar el susurro de Joe, que era dirigido a él, en seguida notó que había algo extraño en su voz. Mientras Joe esperaba respuesta por parte de Liam, comenzó a dar vueltas en el patio.

—Es algo relacionado con Nathaniel —continuó—. Desea hablar contigo, ahora.

Liam se preguntaba quién era ese tal Nathaniel. ¿Acaso era un familiar de Joe? O quizá, ¿un amigo cercano a él? No supo cuál era la respuesta y si quería saberla, tenía que abandonar la casa de Matthew cuanto antes e ir con Joe, quien seguía en el patio dando vueltas como un loco desesperado e impaciente.

Pensó en una excusa para poder irse, algo que fuese creíble y sin dar muchas explicaciones. Pero por otro lado no quería abandonar a Matthew, quería estar a su lado y disfrutar de su compañía, luego de recordar lo que Ray y Douglas le hicieron, quería vengarse aunque Joe le haya prohibido tener algún tipo de enfrentamientos con ellos, ya que podría revelar su verdadera naturaleza y su vida correrá peligro; no solo la de Liam sino la de todos los Hombres Lobo que asisten al colegio y habitan en la ciudad.

Se puso de pie y dejó que las palabras salieran de su boca.

—Matthew, lo siento pero debo irme a casa. Mis tíos deben preguntarse por qué regresé del colegio —tomó un suspiro y asintió con una sonrisa en su rostro.

Matthew no quería que Liam lo abandonara y entendió las razones.

—Está bien… adiós.

—Prometo venir más tarde.

Se dirigió a la puerta y antes de salir por ella, miró al chico por última vez permaneciendo muy cómodo en el sofá con la mirada perdida en el piso, sosteniendo con sus manos la taza de té que le había preparado anteriormente.

Cuando estuvo a punto de cruzar la puerta, decidió despedirse dándole un beso en la mejilla y no diciéndole un simple "adiós". El beso sorpresa hizo sobresaltar al chico y lograr subir su ánimo, posteriormente Liam se fue con una sonrisa en su rostro.

—¿Qué sucede? —le preguntó a Joe.

No estaba solo, Dallas y Malia también lo acompañaban.

—Nathaniel quiere hablar contigo.

—¿Quién demonios es Nathaniel? —arrugó la frente.

—Nathaniel es el Alfa.

Ahora su pregunta era, ¿por qué? Algo que no pudo responder de inmediato.

El sol brillaba en su punto más alto en el cielo. Los chicos caminan en dirección al sur por un camino de asfalto y poco transitado, siendo guiados por Rachel: una chica ruda cuya vestimenta también era ruda para Liam.

Los cinco se dirigían con Nathaniel; su hogar se encontraba aislado del resto de toda la ciudad junto al bosque y en la cima de una pequeña colina, siendo la única casa alrededor de la nada.

Después de un largo camino llegaron a su destino donde seguro estaba él esperando a los invitados en la casa que una vez fue de sus padres. La puerta estaba frente a ellos, creyeron que Rachel tocaría la puerta para entrar, pero solo se dispuso a abrirla y entró.

La puerta quedó abierta para que Liam y el resto pudieran entrar, estos se quedaron afuera esperando un breve momento y Rachel se quedó observandolos desde el interior; pudo percibir el miedo de Joe y el nerviosismo de Liam, así como el de Dallas y Malia.

Después de que Joe ingresó a la morada Liam y los dos chicos entraron detrás de él y Rachel pudo cerrar la puerta, les pidió que la siguieran y los llevó al sótano.

—Ya estamos aquí —dijo.

La chica se incorporó junto a sus compañeros, había alrededor de catorce chicos en la sala y ahora eran diecinueve sumando a los recién llegados. En el instante que Liam entró a la sala pudo percibir el aroma de todos los aquí presentes, la mayoría eran varones y adolescentes sentados en sus respectivas sillas y formando un semicírculo en el centro de la habitación.

Liam observó detalladamente el lugar. Era como el tamaño de un salón de clases con ductos de ventilación a la altura del techo, pero a excepción de que allí no había un escritorio y pupitres; ni siquiera ventanas y una pizarra en donde escribir solo sillas, una gran mesa metálica en forma de rectángulo en el centro y otra pequeña pegada en la pared, también había cajas de metal y dos puertas metálicas al final de la estancia; una de estas con varias cerraduras y la otra con una manija, entre otras cosas.

Las paredes estaban hechas por bloques, no era cemento sino un material desconocido para Liam; al parecer un material muy resistente cuyo color es gris oscuro.

Escucharon pasos detrás de Liam. El chico volteó y observó cómo una chica con cabellera roja y pecas en su rostro bajaba por la escaleras.

—Lo siento, apenas pude venir cuando escuché el llamado.

—No me sorprende que siempre llegues tarde —respondió Rachel.

—Mira quien lo dice… la chica puntual.

Liam pensó por un momento que esto terminaría en una pelea de Mujeres Lobo, sin embargo ambas chicas suelen hablar así. Ellas son las mejores amigas.

—Ohh, tú eres Liam, ¿cierto? —preguntó la chica pelirroja—. Te he mirado en el colegio… y ustedes son… —entrecerró sus ojos.

—Malia… y él es mi hermano mellizo, Dallas.

—¿Qué tal? —estrechó la mano de todos—. Mi nombre es Natalia.

Cuando Natalia se incorporó al resto de la manada, Nathaniel se aclaró la garganta para hablar una vez que todos se callaron. Tiene la apariencia de un muchacho de veinticinco años de edad, pero la realidad es que era demasiado joven como todos ahí.

Se desconoce cómo se convirtió en Alfa es un gran misterio para toda la manada. Algunos rumorean que su poder lo obtuvo asesinando a otro Alfa y pocos dicen que nació con la condición de Hombre Lobo.

—Bien —se levantó de su silla y caminó al centro mirando a todos de reojo—. Ya estamos todos aquí así que comenzaré.

Liam supuso que él era el Alfa, sin embargo no estaba seguro si no se lo preguntaba directamente. Joe nunca describió como era y antes de poder hacerle una pregunta, Nathaniel dirigió su mirada en él y sus amigos.

—Seguro debes preguntarte quién soy. Mi nombre es Nathaniel —hizo resplandecer sus ojos.

El iris de sus ojos era como el color de la sangre y brillaban como el fuego. Sus Betas también hicieron brillar sus ojos siguiendo su instinto y el llamado de su Alfa; esto también llamó completamente la atención de Liam tras solo observar el brillo dorado en los ojos de ellos.

—Eres una persona de admirar, Liam.

—¿Yo? —se señaló a sí mismo.

—Si. Tú y Joe rescataron a dos Omegas de un grupo de Cazadores.

Estaba tan nervioso que no pudo responderle ni siquiera agradecerle por ese halago.

—¿Solo nos hiciste venir hasta aquí para felicitarnos? —preguntó Joe.

—Joe… La manada siempre estará para ti y lo sabes. Ahora me gustaría que ellos se unieran a la manada.

—¿Qué? —dijeron los cuatro al mismo tiempo.

—¿Nosotros…? —Dallas y Malia se emocionaron, a Liam le impactó la noticia y Joe seguía disgustado.

—¿Y bien? —preguntó Nathaniel.

—Nosotros si queremos ser parte de la manada —respondió Malia.

—Si…

Ambos chicos caminaron hacia la manada y fueron recibidos con los brazos abiertos por los miembros de esta.

Liam seguía sin hablar y mover un solo músculo, pues está pensando en una respuesta; conoce las responsabilidades y reglas que conlleva pertenecer a una manada siendo una de ellas siempre estar ante cualquier situación.

No obstante, no se compara con las desventajas que tiene de no pertenecer a una manada, pues muchos Hombres Lobo solitarios han muerto a través de los años por los diversos grupos de Cazadores que se encuentran por toda la región.

El silencio se volvió incómodo, mismo que rompió una chica.

—Yo miré morir a un amigo muy querido —todos guardaron silencio para escucharla—. Mi amigo respondió a un falso aullido que los Cazadores utilizan como carnada y antes de que pudiera advertirle ya había corrido hacia allá…

En ese momento, Liam recordó ese falso aullido que escuchó aquel lunes por la madrugada. No solo él lo escuchó, también Dallas y Malia lo hicieron. Ese falso aullido los atrajo a Hood River, de no ser así quién sabe en qué otro lugar estarían en estos momentos; lo más probable es que hayan sido asesinados por otros Cazadores de la región.

—Intenté alcanzarlo —continuó—, pero fue demasiado tarde, los Cazadores ya lo tenían en la mira y lo asesinaron sin piedad. No me gustaría que le pasara lo mismo a alguien más…

Liam pensó muy bien en sus palabras, se sentía tan presionado que su cabeza comenzó a dar vueltas y frustrarse. Tenía que dar una respuesta en este momento o por lo menos decir algo.

—Yo —fue lo primero que dijo—. Me gustaría pensarlo.

—Está bien, serás bienvenido en cualquier momento —giró a ver al chico rubio.

—Mi respuesta sigue siendo no —respondió en un tono seco y cortante.

Joe tenía resentimiento hacia ellos y Nathaniel pudo percibirlo. Ya han pasado meses desde aquel incidente, sin embargo Joe nunca olvida el pasado.

Más tarde, los chicos decidieron regresar a casa, a excepción de Dallas y Malia. Por otro lado, Matthew decidió ir al bosque antes del atardecer y se sentó en una gran piedra, allí era el único lugar donde se sentía cómodo, más tranquilo y sin nada que lo pueda preocupar.

Le gustaba mirar el cielo y la luna desde allí, ¿y a quien no? El cielo estaba libre de contaminación y la vista era realmente hermosa.

En ocasiones le hablaba a su madre y él estaba seguro que en algún lugar donde ella estuviera siempre lo escucharía, hoy le habló de Liam y lo mucho que le importaba.

—Te extraño, mamá —bajó la mirada.

Sin darse cuenta una persona lo observaba a tan solo algunos metros de distancia con una mirada fría; una chica no muy agradable y con malas intenciones.

—Matthew —susurró la chica para ella misma—. Por fin pude encontrarte —llevaba meses intentando poder localizarlo y finalmente lo logró.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Liam—. ¿Cómo cruzaste el muro?

Pudo percibir su aroma a lo lejos y de no haber sido por él su vida correría peligro.

—Hay una grieta por allá —señaló—. Con el pasar de los años se fue haciendo cada vez más grande.

Liam nunca pudo verla a pesar de que pasó dos veces frente a ella, ¿el motivo? Estaba oculta entre unos arbustos.

—Woow —fue lo único que respondió el chico.

—¿Y tú? —sus miradas se encontraron.

—Yo… Salté el muro.

—¿En serio? —Matthew soltó una risa contagiosa.

—Si… ¿Esperas algo? —se sentó a su lado.

—No, simplemente admiro el cielo y la luna —levantó la mirada.

—Es hermosa.

Liam giró bruscamente en una dirección después de escuchar una rama crujirse, solo pudo percibir el sonido más no el aroma del animal que produjo este suceso. Era extraño, pues no había nadie más que ellos en ese lugar.

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