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Arco 5.6

Seiju estaba confundido. Las emociones que se gestaban en su pecho le resultaban desconocidas e inexplicables. No se comparaban a nada que hubiese experimentado anteriormente. 

Si bien la mayoría de sus recuerdos estaban borrosos, estaba seguro de que nunca se había sentido así. Era como si un deseo profundo y vacío por fin estuviese siendo llenado. Se sentía pleno, vivo, emocionado y aterrado al mismo tiempo. Aterrado por perder esa mitad que tanto le había costado obtener. 

Por eso ni siquiera dudó cuando lo encontró. Envolvió inmediatamente sus brazos alrededor de esa persona, lo pegó contra su pecho y clavó sus dientes en su nuca. Masticó la carne de su cuello, dejando una marca visible y saliva que humedeció su piel.

Cuando se separó de su cuerpo, contempló el rostro de su pareja extasiado y mareado. Sus ojos estaban húmedos y respiraba pesadamente. 

Seiju acarició su mejilla enrojecida. Sus callosos dedos recorrieron esa exquisita y delicada piel que solo le generó más ganas de morder. Pero antes de eso, debía enfocarse en otro lugar.

Besó sus labios con fiereza. Saqueó ese espacio pequeño, caliente y húmedo. Su lengua bailó desenfrenadamente, obligándolo también a sumergirse en un intercambio voraz que no se preocupaba por el tiempo ni el lugar.

Mientras ambos se abrazaban y besaban salvajemente, el resto los miraba aturdido. Principalmente Tame quien desconocía a la persona que estaba acosando sexualmente a su maestro. 

Indignado, tomó el brazo de Dae y lo jaló con fuerza. Despegó sus labios y cuerpos, y enseguida se ubicó entre ellos para impedir que pudieran continuar. 

Dae no estaba en sus cabales. El estado de su cuerpo y mente era desastroso. Lo único que tenía en claro es que había sido besado por su hombre y nada más le importaba. Estaba a salvo ya que finalmente había llegado su alfa.

Seiju se molestó con el estorbo. Contempló al beta que lo había alejado de su pareja. ¿Cómo osaba interponerse? ¡Ese joven era suyo! Nadie se lo podía arrebatar.

Empujó a Tame y volvió a acercarse hasta Dae. Lo abrazó con mayor firmeza para asegurarse de que no los pudieran separar otra vez. Sin embargo, fue nuevamente interrumpido. En esta oportunidad por Ashimo y sus hombres.

"¿Quién eres tú? Apártate de ese omega. Nosotros lo vimos primero. Es nuestro"

Los ojos de Seiju se entrecerraron cuando escuchó esa declaración. Una emoción oscura nació en su interior, siendo alimentada por una locura y un desenfreno sin precedentes.

Había dicho que el joven era suyo. ¿Por qué insistían en arrebatárselo? 

Seiju abrió la boca y dejó escapar un gruñido. La ciudad portuaria se estremeció con su grito y no hubo persona a la que no se le pusiera la piel de gallina.

El rostro de Ashimo palideció. Retrocedió asustado y alarmado. El hombre que tenía delante era un alfa, y uno muy poderoso de paso. 

Rápidamente dio media vuelta y salió corriendo. Fue seguido por sus secuaces quienes no se atrevieron a voltear, por temor a ser perseguidos por el alfa.

Los aldeanos que estaban vagando por los alrededores se desvanecieron a gran velocidad. Solo quedó Tame consternado y temblando a un costado. Su peor pesadilla se había hecho realidad. Su joven amo había sido capturado por un alfa aterrador. 

Seiju resopló satisfecho. Los estorbos se habían ido, dejándole tiempo para estar con su bebé. Se acercó hasta su cuello y olfateó la fragancia que desprendía. Era un olor adictivo que hacía hervir a su sangre. El bulto entre sus piernas era tan evidente y doloroso, delatando su urgencia por desahogarse.

"Amo…joven amo…"

Tame trató de acercarse nuevamente. Estiró sus manos, las cuales no podían permanecer quietas. Se sacudían, reflejando el intenso temor que sentía su portador.

Seiju lo miró con advertencia. Esto hizo retroceder a Tame, pero cuando pensó en el destino de Dae, se obligó a armarse de valor y luchar contra ese alfa. 

Formó sus manos en dos puños y gritó.

"¡Oye tu! ¡Aléjate de mi maestro!"

Que lástima que el intento de sonar feroz y valiente no significara nada para Seiju. Ignoró descaradamente a Tame y lamió el cuello de Dae haciéndolo estremecer y soltar un leve gemido. 

Al oír su voz, su cuerpo reaccionó. Seiju lo abrazó, tratando se fundirlo con sigo mismo. Ya no quería prolongar lo inevitable por más tiempo. Quería hacer de este omega suyo, tanto de dentro como de hacia afuera.

Seiju tronó los dedos y un alfa de ojos verdosos apareció delante. El hombre contenía la respiración para no verse afectado por las feromonas que emitía el omega.

"Llévatelo"

Le indicó Seiju. El hombre asintió y enseguida cargó a Tame sobre sus hombros. La repentina situación lo dejó petrificado. No pudo resistirse ante la increíble fuerza de esta persona. 

Al mismo tiempo, Seiju levantó a Dae al buen estilo princesa y se encaminó hacia una lujosa posada. Lo que estaba apunto de suceder solo le competía a ellos dos. 

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"Ahhh…ahggg…ahhh"

Unos característicos sonidos retumbaban en la mente de Dae. Eran sus propios jadeos, los cuales percibía como un eco potente y ensordecedor.

Dae estaba tan mareado y no podía pensar con claridad. Sentía su cuerpo arder, mientras su miembro secretaba sin parar y su agujero se contraía con necesidad. 

Sus pezones picaban. Era como si hormigas estuviesen pellizcando y carcomiendo esos cerezos que decoraban su pecho. Pecho ahora cubierto de mordidas y chupetones. 

"Ahhh….de prisa…rápido…lo quiero…"

En el caos que ahora era su cabeza, permanecía un solo pensamiento fijo: volverse uno con este hombre. El celo que tanto le había advertido Lumie, finalmente había llegado y con intensidad. 

La habitación estaba rodeada de su aroma. Sus feromonas se habían mezclado con el aire, funcionando como una especie de perfume que enloquecía a quienquiera que lo oliera.

Afortunadamente, Seiju era un alfa poderoso que rápidamente liberó sus feromonas para cubrir las suyas. Esto funcionó como un pesticida para los demás alfas que estaban rodeando la ciudad. Sus hombres permanecían de pie, inamovibles, a pesar del sudor que bajaba ocasionalmente por sus frentes. La presión que ejercía Seiju era tan fuerte, que no podían dar ni un simple paso. Por más que añoraban correr hacia el dueño de esa fragancia, sus instintos eran aplacados por su coerción.

Seiju aspiró el aroma de Dae y esbozó una sonrisa. Contempló el rostro de su omega, cubierto de sudor, lágrimas y ojos llenos de pasión. Era una vista maravillosa que lo hizo endurecer aún más.

"Ahhh…amor…rápido…"

Las súplicas de Dae se mezclaban con sus sollozos. Su cuerpo clamaba tanto ser saqueado que le resultaba doloroso y difícil de soportar. Lo quería dentro de él, haciendo un desastre y marcando cada tramo de su ser.

Seiju pareció apiadarse de su amada. Se acercó hasta sus pezones y los mordió con fuerza, provocando que la espalda de Dae se arqueara y sus ojos se tornaran blancos por un momento. Sintió como si una descarga de placer, cientos de veces mayor a lo acostumbrado, lo invadiera de pronto e hiciera que perdiera momentáneamente la razón.

Pero Seiju no planeaba darle tiempo para respirar. Siguió mordiendo sus pezones, mientras sus dedos se adentraban por esa caverna que no dejaba de secretar. Estaba mojada y suelta, más que lista para su invasión.

Los cuerpos omegas tendían a facilitar las relaciones sexuales. Esta característica era más evidente durante el celo, cuando la razón era escasa y la urgencia demasiado. Iba a ser un detalle bien aprovechado por la pareja.

A pesar de que sus pezones se hincharon y enrojecieron ante la brutalidad de su hombre, no le provocaron ningún dolor. Dae sintió como las cosquillas que lo inquietaban disminuían. 

Seiju continuó su camino, lamiendo ese pequeño miembro que latía y se sacudía con cada gemido. Un líquido blanquecino bajaba sin parar dando la apariencia de una fuente, que para Seiju, era sumamente hermosa. 

Sus dedos entraban y salían sin detenerse. De vez en cuando aumentaba la cantidad de intrusos, ensanchando ese agujero y preparándolo para el tramo final.

"Aghhh….ahhhh…"

Dae no pudo contenerse y dejó salir todo el líquido acumulado. Su miembro se tiñó de blanco, al igual que el pecho de Seiju. 

El hombre untó ese líquido entre sus labios y lo saboreó con deleite. Extrajo sus dedos de la caverna, permitiendo que Dae recuperara la calma. Su amiguito se tornó flácido, mientras respiraba grandes bocanadas de aire.

Seiju se quitó la ropa y tomó la vara, de la que estaba tan orgulloso, entre sus manos. La apuntó hacia el agujero de Dae y, de un solo golpe, los conectó.

Toda la energía que había perdido Dae regresó en un instante. Su miembro volvió a levantarse y el calor le arrebató la cordura por completo. 

Dae envolvió sus piernas alrededor de la cintura del hombre y lo instó para que se moviera con velocidad. Seiju sonrió y besó salvajemente sus labios. Comenzó a penetrar a Dae, respondiendo a su desesperado pedido. Aunque no se olvidó tampoco de darle cariño a su delicado amiguito.

Dae se sumergió en un remolino de lujuria en el que permaneció por tres días completos. No comió ni bebió absolutamente nada, lo cual empeoró su estado de salud. 

Una vez que su celo terminó, se desmayó y debió ser atendido por un médico. No se despertó hasta el quinto día, donde fue testigo de los grandes cambios que habían ocurrido en la ciudad portuaria. Los alfas se habían apoderado del territorio y ni un solo beta se había visto afectado en el incidente.

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Cuando Dae abrió los ojos, un único pensamiento reinó sobre su cabeza: me duele la espalda. Sentía como si su cuerpo hubiera sido atropellado y vuelto a ensamblar. Sus músculos estaban adoloridos y no tenía deseos de mover ni un solo dedo.

Una mano pareció leer sus pensamientos. Palpó suavemente su piel y empezó a masajear esa zona entumecida y rígida, frente a tantas sacudidas y posturas nuevas. 

Dae emitió un suspiro de alivio y permitió que su hombre calmara la incomodidad que estaba sintiendo. 

Seiju observaba fijamente a Dae. Analizaba cada expresión en su rostro y movimiento involuntario. Este omega lo tenía embelesado y no podía apartar los ojos de él. Era encantador.

Dae se distrajo momentáneamente. Se dejó llevar por el placer del masaje hasta que una mirada ardiente lo trajo de regreso a la realidad. Contempló a su hombre, quien yacía recostado frente a él. Sus rostros estaban a unos pocos centímetros de distancia, haciendo que sus respiraciones chocaran entre sí.

Dae levantó su flácido brazo y acarició su rostro. Con sus largos dedos recorrió la frente, nariz, mejilla y mandíbula del hombre. Trazó cada rincón de esa cara desconocida, la cual ahora pertenecía a su amante. Tenía que admitir que siempre ingresaba en cuerpos apuestos.

El hombre no se movió ni habló. Simplemente siguió masajeando la espalda de Dae como si ese fuera su único propósito en la vida. Esto hirió el corazón de Dae.

"Estas infectado"

Dijo con seguridad. Si bien su hombre no era violento ni parecía estar cien por ciento influenciado por la droga de Hyno, estaba claro que su raciocinio se había visto afectado. 

Parecía un robot con inteligencia limitada. Unas pocas ideas se mantenían latentes en su cerebro, y una de ellas parecía ser él mismo. 

"¿Por qué no quieres hacerme daño? ¿Cómo puedes resistirte a esos comandos?"

El hombre permanecía con la mirada fija en él. Los pestañeos ocasionales eran el único movimiento de su cuerpo. Eso sumado a su pecho que subía y bajaba con cada respiración.

Al cabo de unos segundos, pareció haber procesado las palabras de Dae. Sujetó delicadamente su mano y la colocó sobre su pecho al descubierto. Permitió que su palma percibiera los latidos rítmicos de su corazón.

"Aquí"

Pronunció secamente. Sin embargo, Dae comprendió el significado que ocultaba esa simple palabra. Su hombre le estaba diciendo que formaba parte de su corazón; era una parte de él mismo. Era ilógico que se lastimase a sí mismo, y por ende, no tenía deseos de atacarlo.

Esto lo conmovió profundamente. Por más años que hubieran transcurrido, a pesar de que no tenía recuerdos sobre él, incluso cuando estaba siendo influenciado por una droga letal, ese hombre se mantenía fiel. Su amor no había flaqueado en ningún momento. Sin lugar a dudas…lo amaba más de lo que podía imaginar.

Dae besó sus labios carnosos y enrojecidos. Para esta persona era su mundo entero, y al mismo tiempo, lo consideraba su razón de existir.

"Te amo"

Expresó con la voz entrecortada mientras una lágrima bajaba por su mejilla. Los ojos del hombre se entrecerraron y se acercó más hacia él. Lo besó una y otra vez, dejándole en claro que sentía lo mismo.

Una luz pareció encenderse fugazmente en su mirada. La cordura de Seiju regresó por unos segundos, siendo captada por Dae quien lo miró consternado.

"Te amo". Contestó también. "Te amo…"

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