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El gran regreso

— ¡Alexander, Milena! ¡Alexander, Milena! — gritos incesantes se empezaron a escuchar un tanto ahogados por la distancia, gritos que no eran apagados aun a pesar del sonido que aquel cuerpo de agua emitía tras aquel elemento chocar contra las rocas cercanas en su incesante batir, aun se encontraba rebelde y era fácil de percibir.

— ¡Alexander, Milena! ¡Alexander, Milena! — varias voces masculinas gritaban sin cesar nuestros nombres pues buscaban por todos sus medios dar con el lugar en el cual nosotros nos encontrábamos, aquellos estaban desesperados y era notable la angustia venir de ellos pues era enteramente perceptible en sus voces.

— Los escuchas Milena ya viene la ayuda.

Alexander musitó aquello mientras en su rostro se dibujaba una cálida sonrisa, expresión que de alguna forma u otra proporciono calma a su alma que hasta ahora se mantenía probablemente inquieta, sus ojos en consecuencia de aquello no tardaron en iluminarse y por ende le brindaron de nuevo luz a su persona.

Yo con lo poco que podía hacer lo contemplaba, admiraba su magnificencia a pesar de lo incierto que puede llegar a ser su comportamiento y sus indudables cambios de humor y temperamento y aun así a pesar de ello yo conscientemente lo hacía, lo admiraba en toda la extensión de la palabra.

En vuelta en sus brazos yo me dejaba desfallecer mientras mis fuerzas buscaban abandonar mi cuerpo una y otra vez, junto a él me sentía una a pesar de que evidentemente aquello sin dudas era un amor para nada correspondido y completamente unilateral, o al menos era lo que yo pensaba, sentía amarlo o quizás lo único que sentía era en consecuencia a la pesada deuda que había quedado entre los dos.

Alexander y yo iniciamos a avanzar semi abrazados guiándonos por el sonido de aquellas voces, porque a pesar de que yo aun me podía mantenerme en pie el se negaba a soltarme y alejarse.

Poco a poco fuimos avanzando hasta que en un momento el finalmente dio aviso a quienes nos buscaban.

— Estamos aquí — algunos dos o tres veces Alexander repitió aquella misma frase hasta que finalmente aquellos hombres se acercaron.

— ¡Alexander, Milena! Están bien — un grupo de alrededor de cinco hombres se acercaron, hombres que laboran en la casa de campo, quienes llevaban en sus rostros la expresión misma del miedo y de la desesperanza pero que tras vernos de algún modo se mostraron más relajados.

— Pensábamos que algo malo les había ocurrido por la forma en como desaparecieron, que sustos nos han pegado.

Alexander tomo la palabra y dio respuesta a aquella pregunta — estamos medianamente bien, Milena tiene algo de fiebre y ha estado sintiendo uno que otro mareo probablemente por la falta de alimento, pero en todo caso como supieron que nos encontrábamos por estos lados.

Unos de ellos probablemente el mayor de aquellos intervino.

— Cuando cruzaron el estrecho uno de los jardineros los vio, aquel estaba casi seguro de que todo aquella situación se trataba solo de un juego entre ustedes dos, así que prefirió no intervenir y se mantuvo distanciado mientras los miraba desaparecer, pero a medida que la noche avanzaba, la tormenta empeoraba y la madrugada empezaba a asomarse aquel confesó haberlos visto vagando por aquí, así que no muy bien la claridad de la mañana empezó a dejarse notar nosotros nos organizamos y emprendimos su búsqueda.

En aquel se podía percibir el peso del cansancio y del desconsuelo que toda aquella situación provocó pues a más de uno probablemente y estoy casi segura que le sacamos canas verdes con esta intrépida aventura.

Habiendo aclarado aquello ahora en compañía de nuestros rescatistas, Alexander y yo junto a Ivanty finalmente llegamos a la horilla del estrecho.

A pesar de que la tormenta hacía ya un buen tiempo se había detenido era indudable el hecho de no notar como el estrecho seguía algo inquieto, las aguas permanecían circulando con algo de fuerza haciéndolas indudable e innegablemente algo peligrosas.

Así y sumado esto a la sensación térmica baja que se sentía en el aire por los cambios de temperatura daba a la vista la impresión certera de que sin dudas el agua estaría más que fría, pero a pesar de ello debíamos de cruzar y por ende atravesar el lago de lado a lado pues era lo único que podíamos hacer.

Sin querer lo hice y de la mano de los demás en poco tiempo finalmente nos encontrábamos del otro lado, muerta de frío pero finalmente en la horilla que nos correspondía y habiendo tomado el camino y subido la pequeña colina arribamos al camino que da directo hasta la gran casa donde el grupo que conformábamos se dividió.

Algunos pocos tomaron camino en compañía de Ivanty rumbo hasta la caballeriza donde se cerciorarían de que aquel estuviese bien y de paso lo alimentarían y abrigarían pues a pesar de que es un animal de mucha resistencia todos nos empecinábamos en que aquel conservara por todo los medios su salud pues ya era un caballo viejo aunque no lo aparentaba y preferíamos tener sumo cuidado.

En tanto y tomando ejemplos de los primeros, otros pocos se fueron con Alexander y conmigo hasta la parte delantera de aquella residencia pues aquellos antes de volver a sus tareas querían cerciorarse de que realmente nos encontráramos con quienes dentro de la residencia aguardaban por noticias.

A penas nos acercábamos a la casa cuando en la distancia yo pude llegar a contemplar de pie frente al pórtico una figura familiar quien de lado a lado sobre los pequeños escalones observaba con una enorme intranquilidad todo lo que podía llegar siquiera a moverse en los alrededores.

Christian el acompañante de Alexander yacía allí de pie con el rostro desfigurado por el desconsuelo y la intranquilidad haciéndose evidente de aquello fue un golpe duro también para su persona.

Al vernos aquel no tardo en gritar — ¡Alexander, Milena! — provocando así que todos quienes se encontraban en el interior de la casa salieran despedidos de su interior con rapidez.

Christian no perdió tiempo y se acerco a nosotros con la voz un tanto temblorosa abrazándonos en el acto.

— En que pensaban, a caso están locos ¿Donde estaban?

Aquel hombre estaba sumamente desesperado tanto que no muy bien se alejo un tanto de nosotros busco con sumo énfasis papar nuestros cuerpos para cerciorarse de que no estuviéramos heridos.

Yo de donde ya no tenía saque fuerzas sentía que principalmente debía de darle tranquilidad a él y mucho más a quienes se acercaban, así que me atreví a hablar ante aquellos.

— Estamos bien, gracias por preocuparte Christian.

María, el señor Manuel y varias personas más quienes a la espera de información aguardaban insistieron a pesar de mis palabras en saber que había ocurrido.

— Pero como terminaron allí — cuestiono el señor Manuel.

Alexander había agachado la cabeza estaba algo avergonzado por su forma de actuar y que en consecuencias fue sin dudas la causa que nos término encaminando a aquellas circunstancias y así en vista de aquella pregunta Alexander intento tomar la palabra.

— Todo fue...

Fue lo único que alcanzo a decir aquel antes de que yo propinara un codazo contra sus costillas derechas y Alexander inmediatamente sintió aquello se quejo, tal golpe movió en él sus emociones llevándolo directamente a renegar en mi contra — ¿Qué te sucede? ¿Por qué me golpeas?

— Ya te lo eh dicho eres un tonto.

— Yo pero...

— Cállate, yo lo explicare.

— Milena...

Alexander volvió a agachar la cabeza pensaba que en forma de venganza yo lo tiraría de cabeza a la fosa de los leones y sin dudas lo merecía, pero no, yo no era así como para hacerlo quedar mal delante de aquellos pues imaginaba las consecuencias que tal acto podía llegar a traerle.

Y así me atreví a decir — es mi culpa, yo lo convencí de que era buena idea, tenía curiosidad por cruzar del otro lado y simplemente no podía dejar a Ivanty solo por allí así que lo lleve conmigo, lo siento no quería preocuparlos.

Ante aquellos agache la cabeza estaba lista para recibir alguna que otra reprimenda pues tal acto lo merecía, sobre mis hombros podía llegar a sentir la indudable fuerza que tomar aquella responsabilidad en mis manos atribuía y entre reclamos y llamadas de atención así por un momento me quede.

Alexander de mi lado no se había movido ni un solo centímetro probablemente se había quedado perplejo por como yo había actuado pretendiendo así defenderle, cosa que me dio a entender cuando ya pretendíamos dirigirnos al interior de la residencia luego de haber escuchado aquel millar de advertencias que habían sido descargadas sobre mí.

Tomándome por la mano izquierda aquel me hizo detener luego de que había iniciado mi marcha y replicó a una sola voz queriendo que los demás lo escucharan tras ver como lo observaba citó — podrías regalarme un minuto, necesito hablar contigo.

Volteando a quienes al frente de mi se encontraban los observe, con la mirada era capaz de implorar ante aquellos tiempo cosa que nos concedieron aunque no lo querían por lo que María dijo a Manuel intentando servirme de ayuda — déjalos, ya sabes cómo son estos jóvenes de hoy en día, a ellos les gusta demasiado las aventuras, quien sabe si de esto nace una bonita historia de amor.

Manuel reclamo — no, ya deben de entrar — pero María no lo iba a dejar en paz y que por ende arruinase a aquel momento así que tomándole por la oreja y a Christian por un brazo hizo que todos abandonaran aquel lugar.

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