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7° Pan con pollo

La miró y es cabello algo alborotado, me mira y me entrega su pan, veo una mirada diferente a nuestro primer encuentro.

Al parecer no es como yo me la imaginaba, la palabra cazafortunas siempre suena en mi cabeza con cada nueva secretaria que contrata mi papá.

Abro la bolsita y luego me quito el papel. 

—¿Mayonesa le pregunto? 

Ella se lo piensa y asiente con la cabeza.

—Bien, ese si me gusta.

Le doy la primera mordida y comienzo a masticar, está delicioso. Ella me observa con algo de ternura pero de inmediato se da cuenta que le causó eso y sacude su cabeza.

Masticó y trago.

—¿De que deseas hablar? —le pregunto.

—Termina tu pan y hablamos.

Asiento con la cabeza. Veo a mi alrededor y es la primera vez que como en un baño, pero ella no tiene cara de asco ni de incomodidad.

Termino de comer el pan con pollo, pero cuando me voy a levantar me regresan los mareos.

—Emilia —susurro su nombre, ella me ayuda a sostenerme.

—Oye oye, no Edu por favor no te desmayes —dice tomando mi rostro.

—No seas tonta, no me voy a desmayar, solo ayudame a mantenerme de pie.

Caminamos hacia la salida, ella con mi brazo encima de sus hombros, la gente nos está mirando, pero eso le importa muy poco a ella quien está aguantando todo mi peso, salimos por la parte de atrás del evento.

—¿Edu donde vives? —me pregunta.

Mi cerebro reacciona. Esta es otra trampa de mi padre para saber dónde vivo, para controlarme nuevamente.

La empujó con fuerza que ella está por caer al piso y al final cae al piso. Ella me mira con incredulidad, mientras yo lucho por evitar marearme por la poca energía que me queda.

Ella se pone de pie y se limpia la ropa.

—¿Acaso te volviste loco? —me pregunta molesta. Se intenta acercar y yo pongo la mano.

—Eres una mentirosa —digo sin pensar —viniste a mi con tu amabilidad solo para saber dónde

Ella abre los ojos sorprendida.

—Edu claro que no, yo estoy aquí por...

—Callate —digo. Me cubro los oídos.

—Edu escucha por favor, yo no he venido por órdenes...

Se queda callada y luego lo piensa mejor.

—Si son las órdenes de tu papá —dice finalmente.

—Puedes decirle a tu amante que me deje en paz, sabes cuánto tiempo busque un lugar como ese donde no me molestará, no quiero volver a buscar...

Mi nariz comienza a sangrar.

—No soy la amante de tu padre Edu —chilla con frustración —. Tengo novio, uno muy lindo, Mario ya lo viste...

—Ese tipo no me da buena espina, es un

Ella me sujeta antes de que valla a parar al piso, pero mi peso es mayor a la de su fuerza y caemos los dos al piso. 

—Edu ti nariz —me dice asustada.

—Mierda —gruño.

Se vuelve a poner nuevamente de pie y me estira la mano.

—No te llevaré a mi casa déjame en paz —le gritó. Me intento poner solo de pie, pero parezco un borracho.

Ella extiende su mano para llamar a un taxi. Pero veo más desesperación en su mirada.

—Entonces vamos a mi casa, si tanto miedo tienes de llevarme a la tuya, sube iremos a mi casa —dice manteniendo la poca paciencia que le queda.

El miedo y la paranoia invaden mi cabeza, pero es subir a ese taxi o perderme o morir, no lo sé.

Le hago caso y subo con ella al taxi. Estamos en silencio como la primera vez que subimos.

—¿Por qué siempre piensan lo peor de la las personas?

—Hay un dicho que dice, piensa mal y acertarás, nunca falla —le respondo.

Pongo mi cabeza hacia atrás y estoy más relajado.

—No soy la amante de tu papá —dice.

—Eso también lo dijo su última secretaria.

Mencionó. Aún recuerdo cuando ingresé a su oficina.

—Te cuento como describir que por más que ella juraba no

—No quiero escuchar.

—Ella le hacía un oral a mi papá —suelto.

Ella se gira para mirarme y yo la miró a ella.

—Me caes bien y al mismo tiempo tan mal, que solo quiero protegerte de mi padre.

—Cada vez que me insultas o me gritas me da más motivos para demostrarte que no soy como esas tipas.

—Puedes ser su nieta Emilia —sentencio con amargura, realmente no quiero que mi padre la seduzca o manipule. 

Mi padre fue malo con mi madre quien su su secretaria, es machistas con mis hermana y veo a Emilia que lo mira con ojos de admiración como he visto a muchas otras que han sucumbido a sus encantos.

—Emilia no conoces al monstruo que realmente es.

—Edu es tu padre.

—Y con más razón debes de hacerme caso, ¿Cuándo has visto a un hijo hablar mal de su padre?

Mi pregunta la deja pensando. Veo una casa con un jardín sencillo delantero y una casa pequeña de dos pisos.

—Baja ya llegamos a mi casa.

Ella se baja primero para después ofrecerme su mano y ayudarme a bajar del auto. Ella conversa con el chofer. Estoy parado esperando a que el carro se marche y ella me pueda ayudar.

Sin pedírselo me ayuda, damos pasos lentos y luego abre con una llave algo vieja la puerta de su casa. Escuchamos se alguien está en la sala y ella se detiene.

—Edu ves estás escaleras —me señala las escaleras marrones. Asiento con la cabeza —Vas a subir sin mirar atrás lo más rápido que puedas. 

Rápidamente ella ingresa a la sala y yo corro hacia las escaleras pero en medio de estás me tropiezo haciendo demasiado

—¿Quién está ahí? —escucho que le pregunta una mujer.

—Nadie, subiré a mi habitación y luego iré a mi sala de estudios, por favor no me llamen a cenar.

—Emilia — la llama alguien.

—No quiero hablar.

Yo espero en la escalera, pero veo que alguien va a ingresar, corro hacia un lado y veo una puerta blanca entre abierta, ingreso sin pensar y cierro la puerta.

—Sorpresa mi amor —dice Mario sin polo.

 

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